El Concilio de Trento ha determinado que los sacramentos instituidos por Cristo son siete, los cuales podemos agruparlos en tres categorías: los sacramentos de la iniciación cristiana, que comprende el bautismo, la confirmación y la eucaristía; los sacramentos de sanación, que incluye el sacramento de la penitencia y la reconciliación (confesión) y la unción de los enfermos; y, por último, los sacramentos al servicio de la comunidad, que comprende el sacramento del orden y el matrimonio. Si se desea profundizar sobre estos siete sacramentos, será necesario dirigirse a la segunda sección de la segunda parte del Catecismo de la Iglesia Católica, el cual contiene un artículo bastante extenso para cada sacramento, que a su vez consta de varios números que permiten documentarnos sobre este tema a la luz de lo que ha sido establecido por la Iglesia Universal.
Por otro lado, resulta bastante pertinente hacer la siguiente salvedad: los sacramentos no deben confundirse con los sacramentales, ya que estos últimos se refieren esencialmente a las bendiciones cristianas y a los funerales.
Te invitamos a ir más lejos con Hozana para descubrir estos siete sacramentos a continuación:
Los sacramentos de la iniciación cristiana nos permiten entrar en la comunidad de la Iglesia: el bautismo, la confirmación y la eucaristía.
Estos sacramentos se tratan en el primer capítulo de la segunda sección de la segunda parte del Catecismo de la Iglesia Católica, de los números 1212 a 1419.
El bautismo es el fundamento de la vida cristiana y "la puerta de entrada a los demás sacramentos" (nº 1213). En el bautismo, nos sumergimos en la muerte y resurrección de Cristo. Liberados del pecado, somos renovados y transformados, convirtiéndonos así en miembros de Cristo y participantes de su vida divina.
Concretamente, este sacramento se trata en los números 1213 a 1284 (artículo 1 del capítulo primero sobre los sacramentos de la iniciación cristiana) del Catecismo de la Iglesia Católica.
Al respecto, el número 1285 del Catecismo nos dice que "este sacramento es necesario para el cumplimiento de la gracia bautismal", puesto que este sacramento refuerza el vínculo del bautizado con la Iglesia, a través del poder del Espíritu Santo. Para complementar esta idea, podemos basarnos en el número 1316 que afirma que "la Confirmación perfecciona la gracia bautismal; es el sacramento que da el Espíritu Santo para arraigarnos más profundamente en la filiación divina".
Además, es posible profundizar un poco más en este sacramento consultando los números 1285 a 1321 (artículo 2 del capítulo I sobre los sacramentos de la iniciación cristiana) del Catecismo de la Iglesia Católica.
La Eucaristía "completa la iniciación cristiana", dice el número 1322 del Catecismo.
La Eucaristía es la "fuente y cumbre de toda la vida cristiana" (nº 1325), el "sacramento de los sacramentos" (nº 1211), de modo que los demás sacramentos están todos ligados a la Eucaristía, y ordenados a ella, dice el mismo número.
Además de la consagración del pan y del vino, y de la comunión, la celebración eucarística incluye también la proclamación de la Palabra de Dios y la acción de gracias a Dios por sus beneficios (n. 1408). Para profundizar un poco más sobre este tema, se puede consultar los números 1322 a 1419 (artículo 3 del capítulo I sobre los sacramentos de la iniciación cristiana).
Existen dos sacramentos de sanación o curación: el sacramento de la penitencia y la reconciliación (también conocido como confesión) y la unción de los enfermos (o sacramento de los enfermos). Estos sacramentos se tratan en el capítulo segundo de la sección segunda de la segunda parte del Catecismo de la Iglesia Católica, de los números 1420 a 1532.
El sacramento de la penitencia y de la reconciliación tiene varios nombres: sacramento de la conversión (n. 1423), sacramento de la confesión (n. 1424), sacramento del perdón (n. 1424). Por la absolución sacramental del sacerdote, Dios concede al penitente el perdón y la paz", dice el número 1424 del Catecismo. Tengamos presente que, el llamado de Cristo a la conversión de los bautizados es un llamado que sigue latente, de allí la importancia de este sacramento que permite al penitente volver a la comunión con Dios después de haberla perdido por el pecado (nº 1489), especialmente si el corazón está endurecido como consecuencia de haberse alejado de Dios.
Si se desea conocer más sobre este sacramento, es necesario consultar los números 1422 a 1498 (artículo 4 del capítulo segundo sobre los sacramentos de curación) del Catecismo de la Iglesia Católica.
Sino aquí también puedes tener más información sobre el sacramento de la reconciliación.
La unción de los enfermos, también conocida como sacramento de los enfermos (o extremaunción antes del Concilio Vaticano II), confiere una gracia especial a los cristianos que atraviesan dificultades relacionadas con una enfermedad grave o a la vejez, según el número 1527 del Catecismo. Al respecto, los números 1499 a 1532 del Catecismo de la Iglesia Católica nos proporcionan información más detallada sobre este sacramento tan importante (artículo 5 del capítulo segundo sobre los sacramentos de curación).
Existen dos sacramentos al servicio de la comunión: el sacramento del Orden y el sacramento del matrimonio. Estos sacramentos se tratan en el tercer capítulo de la segunda sección de la segunda parte del Catecismo de la Iglesia Católica, de los números 1534 a 1666.
El sacramento del Orden es el sacramento del ministerio apostólico y comprende tres grados: episcopado para los obispos, presbiterado para los sacerdotes y diaconado para los diáconos. Tengamos presente que, este sacramento se concede una sola vez de manera definitiva, del mismo modo que sucede con el bautismo y la confirmación, por tanto, tiene carácter indeleble (n° 1582), y solamente el obispo tiene el derecho de conferir el sacramento del Orden en los tres grados (n° 1600).
Para profundizar en este sacramento se pueden consultar los números 1536 a 1600 (Artículo 6 del Tercer Capítulo sobre los Sacramentos del Servicio de Comunión) del Catecismo de la Iglesia Católica.
El sacramento del matrimonio se basa en el libre consentimiento de los contrayentes. La unidad, la indisolubilidad y la apertura a la vida son elementos esenciales del matrimonio (nº 1664). Según el rito latino, la celebración del matrimonio cristiano se lleva a cabo normalmente durante la Santa Misa (n. 1621).
Para profundizar en este sacramento se pueden consultar los números 1601 a 1666 (artículo 7 del capítulo tercero sobre los sacramentos de la comunión) del Catecismo de la Iglesia Católica.
Según el Catecismo de la Iglesia Católica, "para los creyentes los sacramentos de la Nueva Alianza son necesarios para la salvación" (n. 1129).
En el siglo XVI, el Concilio de Trento llegó a condenar la afirmación contraria: "Si alguien dice que los sacramentos de la Nueva Ley no son necesarios para la salvación, sino superfluos, y que sin ellos o sin desearlos los hombres obtienen de Dios la gracia de la justificación, admitiéndose que no todos son necesarios para todos: sea anatema" (Decreto sobre los sacramentos).
Pero, ¿qué sucede con quienes no practican los sacramentos, no por rechazo, sino por ignorancia? El Concilio Vaticano II da algunas respuestas en el número 16 de la Lumen Gentium: "También pueden alcanzar la salvación eterna quienes, sin culpa alguna, ignoran el Evangelio de Cristo y su Iglesia, pero buscan a Dios con corazón sincero y se esfuerzan, bajo el influjo de su gracia, por obrar de tal modo que cumplan su voluntad tal como se la revela y dicta su conciencia".
Lo que la Iglesia está diciendo es que sería incoherente ignorar los sacramentos de manera consciente, porque a través de estos signos Cristo nos une a su muerte y resurrección. En efecto, como nos recuerda el Catecismo en el número 1115, "las palabras y las acciones de Jesús durante su vida oculta y su ministerio público eran ya salvíficas pues anticiparon su misterio pascual, es decir, anunciaban y preparaban lo Cristo daría a la Iglesia cuando todo se hubiera cumplido. Tengamos presente que, los misterios de la vida de Cristo son los fundamentos de lo que Cristo nos da en los sacramentos por medio de los ministros de su Iglesia, pues "lo que era visible en nuestro Salvador ha pasado a sus misterios" (San León Magno, Sermón 74,2). Los sacramentos son, pues, medios privilegiados por los que Cristo comunica a los miembros de su Cuerpo su misterio pascual, que da los frutos de una vida nueva según su Espíritu.
El número 59 de la Constitución sobre la Sagrada Liturgia (Sacrosanctum Concilium) del Concilio Vaticano II nos dice que los sacramentos "santifican a los hombres y edifican el Cuerpo de Cristo". En el mismo número se explica también que "ellos confieren la gracia, pero su celebración dispone también a los fieles del mejor modo posible a recibir con fruto esta gracia, a rendir justo culto a Dios y a ejercitar la caridad. Por tanto, es de suma importancia que los fieles comprendan fácilmente los signos de los sacramentos y que frecuenten con la mayor asiduidad los sacramentos que alimentan la vida cristiana".
De este modo, los sacramentos no solo son necesarios para la salvación a modo de una norma que se debe observar, sino que, al unirlos vitalmente a Cristo, ayudan también a los bautizados a ejercer la misión de sacerdote, profeta y rey que recibieron en su bautismo.
Hozana te invita a profundizar y a desarrollar tu práctica de los sacramentos, pues ellos nos dan alegría y nos hacen partícipes de la vida divina.
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