El sacramento de penitencia y reconciliación (confesión) es uno de los sacramentos de sanación, junto con la unción de los enfermos.
En el Catecismo de la Iglesia Católica, el sacramento de la penitencia y la reconciliación tiene varios nombres, por ejemplo: sacramento de conversión (n. 1423), sacramento de confesión (n. 1424), sacramento del perdón (n. 1424). Al respecto, el número 1424 nos dice que Dios concede perdón y paz al penitente mediante la absolución sacramental dada por el sacerdote. En este orden de ideas, el llamado de Cristo a la conversión de los bautizados es un llamado que se mantiene latiendo con mucha fuerza. De hecho, cuando alguien tiene el corazón endurecido, este sacramento le permite volver a la comunión con Dios después de haberla perdido por el pecado (n. 1489).
Si se desea profundizar más sobre este sacramento, se puede consultar los números 1422 a 1498 del Catecismo de la Iglesia Católica.
A continuación te invitamos a descubrir un poco más acerca del sacramento de penitencia y reconciliación, mediante este artículo que responde a las principales cuestiones que rodean este sacramento.
El número 1496 menciona los efectos espirituales del sacramento de la Penitencia:
Dichos efectos también se tratan en los números 1468 a 1470 del Catecismo.
El portal catholic.net explica que es la voluntad de Dios que podamos confesar nuestros pecados: “Jesús quiso que nosotros confesásemos nuestros pecados para recibir la absolución por parte de sus sacerdotes, a quiénes otorgó el poder de perdonar pecados”. Además, el sitio añade que, la confesión tiene bases bíblicas ( lev. 5,5; Ecl. 4,26; Mt.3,6; Sant. 5,16 etc.) que muestran la importancia de confesar los pecados y de no sentir vergüenza al hacerlo, ya que esta proporciona perdón, libertad y sanidad a quienes lo practican. Es importante tener en cuenta que solo Dios perdona los pecados, pero que Jesús, confió el ejercicio del poder de la absolución al ministerio apostólico, es decir a los sacerdotes y obispos (números 1441 y 1442 del Catecismo).
Antes de experimentar este sacramento, siempre es bueno y necesario prepararse. La primera forma que se recomienda para hacerlo es orar: de hecho, dedicar tiempo a la oración, adorar el Santísimo Sacramento, tomar un texto de la Biblia, meditarlo, decir algunas oraciones, etc. puede ser bueno y benéfico para alistar el corazón antes de la confesión.
También podría ser útil hacerse algunas preguntas, como por ejemplo:
Al respecto, en el Catecismo de la Iglesia Católica encontramos lo siguiente:
Después del saludo y la bendición del sacerdote, que en ocasiones se acompañade una invitación verbal a confesarse, el penitente manifiesta sus faltas y se arrepiente de ellas, especialmente pronunciando el acto de contrición. Finalmente, el penitente puede concluir pidiendo la absolución de sus pecados.
El número 1480 del Catecismo explica de manera aún más precisa los elementos de este sacramento: “saludo y bendición del sacerdote, lectura de la Palabra de Dios para iluminar la conciencia y suscitar la contrición, y exhortación al arrepentimiento; confesión que reconoce los pecados y los manifiesta al sacerdote; la imposición y aceptación de penitencia; la absolución del sacerdote; alabanza de acción de gracias y despedida con la bendición del sacerdote”.
Antes de la absolución, siempre es bueno recitar el acto de contrición. Existen varios formatos, por ejemplo:
Acto de contrición 1
"Dios mío,
Lamento mucho haberte ofendido,
porque eres infinitamente bueno,
infinitamente amable,
y el pecado te desagrada;
Tomo una resolución firme,
con la ayuda de tu santa gracia,
para no volver a ofenderte y hacer penitencia”*.
(*traducido del francés por Hozana).
Acto de contrición II
“Jesús, mi Señor y Redentor, yo me arrepiento de todos los pecados que he cometido hasta hoy y me pesa de todo corazón, porque con ellos he ofendido a un Dios tan bueno.
Propongo firmemente no volver a pecar y confío que por tu infinita misericordia me has de conceder el perdón de mis culpas y me has de llevar a la vida eterna.
Amén."
Acto de contrición III
Dios mío,
me arrepiento de todo corazón
de todos mis pecados
y los aborrezco,
porque al pecar, no sólo merezco
las penas establecidas por ti
justamente,
sino principalmente porque te ofendí,
a ti sumo Bien y digno de amor
por encima de todas las cosas.
Por eso propongo firmemente,
con ayuda de tu gracia,
no pecar más en adelante
y huir de toda ocasión de pecado.
Amén
(Fuente: varticannews.va)
Si deseas obtener más información sobre la contrición, consulta los números 1451-1454 del Catecismo o lee este artículo de Hozana.
Después de recitar el acto de contrición, el sacerdote da la absolución.
Existen varias fórmulas. Quizá esta sea la más conocida:
“Dios, Padre misericordioso, que reconcilió consigo al mundo por la muerte y la resurrección de su Hijo y derramó el Espíritu Santo para la remisión de los pecados, te conceda, por el ministerio de la Iglesia, el perdón y la paz. Y yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”
El número 1457 del Catecismo nos da claridad al respecto: “Según el mandamiento de la Iglesia, todo fiel llegado a la edad del uso de razón debe confesar, al menos una vez al año, fielmente sus pecados graves" (n. 1457). No obstante, este sacramento también puede practicarse con más frecuencia, dependiendo de la vida que se lleve, o de las circunstancias por las que se atraviesen; dicha frecuencia puede decidirse con ayuda de su guía espiritual. Cabe agregar que según este mismo número del Catecismo "Quien tenga conciencia de hallarse en pecado grave que no comulgue el Cuerpo del Señor sin acudir antes a la confesión sacramental a no ser que concurra un motivo grave y no haya posibilidad de confesarse; y, en este caso, tenga presente que está obligado a hacer un acto de contrición perfecta, que incluye el propósito de confesarse cuanto antes".
Por su parte, el número 1458 recomienda la confesión de los pecados veniales (faltas cotidianas).
Por otro lado, José Antonio Fortea, sacerdote y teólogo, señaló en una entrevista hecha por Aciprensa, que “si uno no tiene sobre su conciencia pecados graves” y “para una persona que lucha por la santidad y tiene un horario regular de oración mental, la frecuencia ideal sería una vez a la semana”, pero también advirtió que “hay que evitar que esta práctica se convierta en algo rutinario que no se valora”. De hecho, el sacerdote recalcó la importancia de confesarse al menos una vez por año, sin que se reproche una frecuencia más pequeña. Sin embargo, en caso de pecado grave, “uno debe confesarse cuanto antes. Lo mejor es ese mismo día o al día siguiente”, puntualizó.
Finalmente, para terminar, se especifica que antes de recibir la Sagrada Comunión por primera vez, los niños deben acceder a este sacramento (n. 1457).
Te invitamos a desarrollar tu gusto por la práctica de los sacramentos y a descubrir nuevamente la misericordia de Dios mediante el sacramento de la reconciliación. También puedes descubrir las comunidades en torno a la Divina Misericordia que Hozana ha preparado para ti. Por ejemplo:
¡No lo dudes más y sumérgete en la Divina Misericordia del Señor!