El Catecismo de la Iglesia católica define el matrimonio como uno de los siete sacramentos que se define como "la alianza matrimonial, por la que un hombre y una mujer constituyen una íntima comunidad de vida y de amor" (nº 1660). A continuación, te invitamos a descubrir cinco de las principales razones que explican la importancia de casarse por la Iglesia, basándose en algunos elementos del Catecismo.
El matrimonio cristiano se basa en cuatro pilares: libertad de consentimiento, unidad e indisolubilidad, fidelidad y apertura a la fecundidad (don de la vida).
El tema del consentimiento matrimonial se desarrolla en los números 1625 a 1637 del Catecismo, especialmente en los dos primeros números:
El número 1625 nos recuerda que: “Los protagonistas de la alianza matrimonial son un hombre y una mujer bautizados, libres para contraer el matrimonio y que expresan libremente su consentimiento. "Ser libre" quiere decir: no obrar por coacción; no estar impedido por una ley natural o eclesiástica".
Por su parte, el número 1626 hace énfasis en que “La Iglesia considera el intercambio de los consentimientos entre los esposos como el elemento indispensable "que hace el matrimonio" (CIC can. 1057 §1). Si el consentimiento falta, no hay matrimonio”.
Y esto se complementa con lo expresado en el número 1662: “El matrimonio se funda en el consentimiento de los contrayentes, es decir, en la voluntad de darse mutua y definitivamente con el fin de vivir una alianza de amor fiel y fecundo”.
Estas dos características se tratan de manera especial en los números 16444 a 1645 del Catecismo, y se aplica para toda su vida en pareja:
1644 El amor de los esposos exige, por su misma naturaleza, la unidad y la indisolubilidad de la comunidad de personas que abarca la vida entera de los esposos: "De manera que ya no son dos sino una sola carne" (Mt 19,6; cf Gn 2,24). "Están llamados a crecer continuamente en su comunión a través de la fidelidad cotidiana a la promesa matrimonial de la recíproca donación total" (FC 19).
Al respecto, cuando se celebra un matrimonio en la iglesia, muy a menudo escuchamos la frase: "Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre", lo cual nos recuerda que Dios nos hace un verdadero llamado a la indisolubilidad. Por último, el artículo 1644 complementa diciendo que: “Esta comunión humana es confirmada, purificada y perfeccionada por la comunión en Jesucristo dada mediante el sacramento del Matrimonio. Se profundiza por la vida de la fe común y por la Eucaristía recibida en común”.
Este pilar tan importante se trata en los números 1646 a 1651 del Catecismo. De hecho, en el número 1647 se explica muy bien cuál es el motivo de la fidelidad, con respecto a la fidelidad de Dios a su alianza: “Su motivo más profundo consiste en la fidelidad de Dios a su alianza, de Cristo a su Iglesia. Por el sacramento del matrimonio los esposos son capacitados para representar y testimoniar esta fidelidad. Por el sacramento, la indisolubilidad del matrimonio adquiere un sentido nuevo y más profundo”.
Los números 1652 a 1654 tratan este tema tan esencial. De hecho, el número 1652 explica claramente que: “Por su naturaleza misma, la institución misma del matrimonio y el amor conyugal están ordenados a la procreación y a la educación de la prole y con ellas son coronados como su culminación". Por otra parte, el número 1654 precisa que: “los esposos a los que Dios no ha concedido tener hijos pueden llevar una vida conyugal plena de sentido, humana y cristianamente. Su matrimonio puede irradiar una fecundidad de caridad, de acogida y de sacrificio”.
El tema de la gracia del matrimonio se trata en los números 1641 a 1642, haciendo énfasis en que Cristo es la fuente de esta gracia, por lo tanto, los esposos la reciben, ya que el Señor “Permanece con ellos, les da la fuerza de seguirle tomando su cruz, de levantarse después de sus caídas, de perdonarse mutuamente, de llevar unos las cargas de los otros (cf Ga 6,2), de estar "sometidos unos a otros en el temor de Cristo" (Ef 5,21) y de amarse con un amor sobrenatural, delicado y fecundo. En las alegrías de su amor y de su vida familiar les da, ya aquí, un gusto anticipado del banquete de las bodas del Cordero”:
En el número 1632 se habla de la preparación al sacramento del matrimonio. Esta preparación se considera como "primordial" por dos razones: "Para que el "Sí" de los esposos sea un acto libre y responsable, y para que la alianza matrimonial tenga fundamentos humanos y cristianos sólidos y estables".
En cuanto a los aspectos prácticos de esta preparación, el Catecismo no especifica nada en particular, aparte del "papel indispensable de los pastores y de la comunidad cristiana". En la práctica, la preparación al sacramento del matrimonio varía de una parroquia a otra. Según la parroquia, puede haber entre 3 y 6 encuentros, y la preparación puede correr a cargo de un sacerdote o un diácono, o de cualquier otra persona delegada por el párroco.
Las parejas que deseen casarse por la Iglesia deben presentarse en su parroquia, normalmente entre 6 meses y 1 año antes de la fecha escogida para dicha celebración.
Los aspectos relacionados a la celebración del matrimonio se abordan en los números 1621 a 1624 del Catecismo:
1621 “En el rito latino, la celebración del matrimonio entre dos fieles católicos tiene lugar ordinariamente dentro de la Santa Misa, en virtud del vínculo que tienen todos los sacramentos con el Misterio Pascual de Cristo”.
1623 “Según la tradición latina, los esposos, como ministros de la gracia de Cristo, manifestando su consentimiento ante la Iglesia, se confieren mutuamente el sacramento del matrimonio. En las tradiciones de las Iglesias orientales, los sacerdotes –Obispos o presbíteros– son testigos del recíproco consentimiento expresado por los esposos (cf. CCEO, can. 817), pero también su bendición es necesaria para la validez del sacramento (cf CCEO, can. 828)”.
1624 “En la epíclesis de este sacramento los esposos reciben el Espíritu Santo como Comunión de amor de Cristo y de la Iglesia (cf. Ef 5,32). El Espíritu Santo es el sello de la alianza de los esposos, la fuente siempre generosa de su amor, la fuerza con que se renovará su fidelidad”.
Los números 1633 a 1637 tratan de manera puntual la temática relativa a los matrimonios mixtos y la disparidad de cultos.
El número 1635 explica que "un matrimonio mixto necesita, para su licitud, el permiso expreso de la autoridad eclesiástica (cf CIC can. 1124). En caso de disparidad de culto se requiere una dispensa expresa del impedimento para la validez del matrimonio (cf CIC can. 1086). Este permiso o esta dispensa supone que ambas partes conozcan y no excluyan los fines y las propiedades esenciales del matrimonio: además, que la parte católica confirme los compromisos –también haciéndolos conocer a la parte no católica– de conservar la propia fe y de asegurar el Bautismo y la educación de los hijos en la Iglesia Católica (cf CIC can. 1125)”.
Cabe señalar que, se llama "mixto" a un matrimonio que se celebra entre un católico y un bautizado no católico (siendo la persona miembro de una Iglesia o comunidad eclesial que no está en plena comunión con la Iglesia católica). Un matrimonio con disparidad de culto se refiere a un matrimonio entre un católico y una persona no bautizada.
El tema de la iglesia doméstica se trata en los números 1655 a 1658, y en el número 1668 del Catecismo:
Se considera a las familias creyentes como Iglesia doméstica porque son “islotes de la vida cristiana en un mundo no creyente”, como lo indica el número 1655, o incluso "faros de una fe viva e irradiadora", como añade el número 1656.
Además, se puede decir que la Iglesia doméstica también se llama así, porque "el hogar es la primera escuela de vida cristiana" y "una escuela del más rico humanismo". “Aquí se aprende la paciencia y el gozo del trabajo, el amor fraterno, el perdón generoso, incluso reiterado, y sobre todo el culto divino por medio de la oración y la ofrenda de la propia vida." (n. 1657).
En resumen, "El hogar cristiano es el lugar en que los hijos reciben el primer anuncio de la fe. Por eso la casa familiar es llamada justamente "Iglesia doméstica", comunidad de gracia y de oración, escuela de virtudes humanas y de caridad cristiana." (n. 1666).
Quizá te estás preguntando: ¿casarse es suficiente o se necesitan otras cosas para tener un buen matrimonio?... La respuesta se puede resumir en que, además de vivir los pilares del matrimonio, también se hace necesaria la participación en la Eucaristía y el ejercicio de los oficios de sacerdote, profeta y rey, por lo tanto, es esencial que la pareja reflexione junta sobre cómo quiere responder al llamado a la santidad en la vocación de su matrimonio.
Por ejemplo, en algunos países, muchas parejas, después de casarse, deciden recibir acompañamiento espiritual juntos, hacer un retiro anual en pareja, llevar a cabo una misión de evangelización, y otras actividades espirituales que les permiten no solo fortalecer sus vínculos, sino también desarrollar una unión con propósito.
Algunos santos pudieron recorrer juntos un camino de santidad en el matrimonio, por ejemplo:
Además, podemos encontrar otras uniones santas, un poco más clásicas, como:
Hozana te ofrece diversas comunidades en torno al amor, para que puedas descubrir la belleza del sacramento del matrimonio, con una serie de opciones para orar en línea, por ejemplo: