Reino de Dios

En el Nuevo Testamento a menudo se habla del Reino de Dios o del Reino de los Cielos, sin embargo, no es fácil entender de qué se trata. Afortunadamente, la Palabra de Dios nos ilumina sobre este tema, y Jesús trata de explicarnos cómo se prepara y establece el Reino de Dios mediante las parábolas.

¿Qué es el Reino de Dios?

Jesús anuncia el Reino de Dios en los Evangelios. Por ejemplo, en el Evangelio de Marcos nos dice: “«El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia»”. (Marcos 1:15)

De hecho, Jesús nos enseñó a invocarlo a través de la oración del Padre Nuestro que transmitió a sus discípulos: "Venga a nosotros tu reino".

En este sentido, el Reino de Dios es una realidad; ¡es la Buena Noticia de Dios para nosotros! Tengamos en cuenta que, aunque el reino de Dios no se haya establecido todavía en el mundo en el que vivimos, tampoco es lejano. A decir verdad Jesús lo describe como un tesoro escondido que es real: tan real que incluso podemos sentir sus señales y vislumbrarlas.

¿Por qué debemos buscar el Reino de Dios?

El Reino de Dios no tiene grandes letreros luminosos para poder identificarlo, sino que Jesús nos invita a buscarlo de manera prioritaria:

“Busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura.” (Mateo 6:33)

De hecho, esta búsqueda no requiere ninguna habilidad especial, y no son los más ricos, los más inteligentes o los más rápidos quienes lo descubrirán. A decir verdad, solo aquellos que sepan dejarse guiar por el Espíritu Santo podrán alcanzar el Reino, es decir, que solo podremos avanzar teniendo un corazón abierto.

“Después de todo el Reino de Dios no es cuestión de comida o de bebida, sino de justicia, de paz y de gozo en el Espíritu Santo.” (Romanos 14:17)

¿Cómo entramos en el Reino de Dios?

Jesús nos advirtió que no sería tan fácil entrar en el Reino de Dios pues necesitamos renunciar a las leyes de este mundo. Al respecto, la Biblia dice: “Jesús le respondió: «Te aseguro que el que no renace de lo alto no puede ver el Reino de Dios»” (Juan 3:3). 

Jesús también nos da algunas claves para llegar a él: la humildad, la entrega absoluta, la atención a los demás y especialmente a los más pequeños...

Incluso, Jesús nos comunicó la ley suprema de este Reino, que si la aplicamos, nos convertirá en un habitante bienaventurado de la casa del Padre:

“Jesús le respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” (Mateo 22; 37-39)

Las parábolas del Reino

Jesús se refirió al Reino de Dios muchas veces en los Evangelios. A menudo, lo hizo a través de parábolas, de modo que solo pudieran entenderlas aquellos que lo buscan en Espíritu y en verdad:

“«A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no.” (Mateo 13:10)

Mateo 13:44-53

“44 El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo.
45 El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas;
46 y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró.
47 El Reino de los Cielos se parece también a una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces.
48 Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentándose, recogen lo bueno en canastas y tiran lo que no sirve.
49 Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos,
50 para arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes.
51 ¿Comprendieron todo esto?». «Sí», le respondieron.
52 Entonces agregó: «Todo escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo».
53 Cuando Jesús terminó estas parábolas se alejó de allí”

Otras parábolas

Jesús también describió a través de sus parábolas lo que el Padre espera de nosotros para ser acogidos en su Reino. 

Por ejemplo, por medio de la parábola de los talentos, entendemos que debemos hacer fructificar los dones que Dios nos ha dado, poniéndolos al servicio de su Reino. También debemos dejar que la Palabra de Dios crezca en nosotros, para que germine y dé fruto, tal y como explica Cristo en la parábola del sembrador.

Por otro lado, la parábola de las bodas o la parábola de las diez vírgenes también nos ayuda a entender que estamos invitados, más no obligados, a compartir la felicidad de Dios, y que esto también requiere que nos preparemos y cuidemos cómo nos vamos a presentar allí.

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