La devoción a la Divina Misericordia incluye las enseñanzas y peticiones que Cristo transmitió a Santa Faustina, quien, desde ese momento fue nombrada apóstol de la Divina Misericordia. Esta maravillosa santa escribió en su pequeño diario los diálogos con Jesús y la manera cómo podemos participar, con y en Él, en la salvación de las almas. La novena de la Divina Misericordia es uno de los medios para lograr dicho fin.
Esta mujer de nacionalidad polaca entró al convento de las Hermanas de Nuestra Señora de la Misericordia el 1 de agosto de 1925. En 2000, la hermana Marie-Faustine (Hélène Kowalska), más tarde nombrada apóstol de la Divina Misericordia, fue canonizada por el papa Juan Pablo I en el año 2000.
Santa Faustina fue visitada varias veces por Cristo, quien le pidió que le trajera la mayor cantidad de almas posible, para que conocieran el poder de su misericordia. A través de su pequeño diario, Santa Faustina nos deja escritas las peticiones que recibió de Cristo durante sus apariciones.
“Escríbelo para las almas afligidas: Cuando un alma vea y conozca la gravedad de sus pecados, cuando a los ojos de su alma se descubra todo el abismo de la miseria en la que ha caído, no se desespere, sino que se arroje con confianza en brazos de Mi misericordia, como un niño en brazos de su madre amadísima. Estas almas tienen prioridad en Mi Corazón compasivo, ellas tienen preferencia en Mi misericordia. Proclama que ningún alma que ha invocado Mi misericordia ha quedado decepcionada ni ha sentido confusión. Me complazco particularmente en el alma que confía en Mi bondad. Escribe: cuando recen esta coronilla junto a los moribundos, Me pondré entre el Padre y el alma agonizante no como el Juez justo sino como el Salvador misericordioso." (Diario, 1541).
El Beato Michel Sopocko, director espiritual y confesor de Santa Faustina, la animó a realizar esta obra y a difundir la devoción a la Divina Misericordia.
Jesús, la fuente de la misericordia, vino a redimir nuestros pecados ante el Padre.
"Hijos míos, les he escrito estas cosas para que no pequen. Pero si alguno peca, tenemos un defensor ante el Padre: Jesucristo, el Justo. Él es la Víctima propiciatoria por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero." (1 Juan 2:1-2).
Esta novena, que incluye a toda la humanidad a través de diferentes grupos de almas, es un llamado a la confianza en Cristo. Jesús quiere ofrecerse como refugio para todas las almas, especialmente para las de los pecadores, para que sepan que pueden encontrar en Él la promesa de un océano de gracias que se alojan en el centro de su misericordia.
“Reza incesantemente esta coronilla que te he enseñado. Quienquiera que la rece recibirá gran Misericordia a la hora de la muerte. Los sacerdotes se la recomendarán a los pecadores como la última tabla de salvación. Hasta el pecador más empedernido, si reza esta coronilla una sola vez, recibirá la gracia de Mi Misericordia infinita. Deseo que el mundo entero conozca Mi misericordia; deseo conceder gracias inimaginables a las almas que confían en Mi misericordia.” (Diario, 687)
Hay dos principios relacionados con la devoción a la Divina Misericordia:
La confianza, que es la condición básica para obtener las gracias que Jesús nos promete.
El amor verdadero y la caridad hacia el prójimo; ¡el Señor es misericordioso, pero también espera que nosotros seamos misericordiosos! De hecho, Jesús le pide a Santa Faustina que realice actos de misericordia.
A través de sus apariciones, Jesús transmitió a Santa Faustina las herramientas concretas para aplicar y difundir esta devoción:
El rezo de la coronilla a la Divina Misericordia,
La instauración del Domingo de la Divina Misericordia,
El recogimiento ante la imagen de Jesús misericordioso,
La oración en la hora de la misericordia: a las 3 de la tarde, la hora en que Cristo murió.
Por lo tanto, la novena a la divina misericordia tiene su origen en estas peticiones: nueve días para rezar por todas las almas y confiarlas a la misericordia de Dios, por medio de su Hijo.