Jesús en la cruz y su resurrección son el centro de la fe cristiana. La Biblia dice que después de enseñar y cuidar a sus discípulos durante tres años y medio, “Jesús comenzó a anunciar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén, y sufrir mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar al tercer día” (Mateo 16:21).
La pasión de Cristo le dio fuerzas para aceptar llevar la Cruz y morir por nosotros para que podamos resucitar juntamente con Él. Te invitamos a presentarte ante la Cruz, escuchar el testimonio de Juan y dejarte tocar por la valentía y el amor del Salvador del mundo.
“16 Entonces Pilato se lo entregó para que lo crucifiquen, y ellos se lo llevaron.
17 Jesús, cargando sobre sí la cruz, salió de la ciudad para dirigirse al lugar llamado «del Cráneo», en hebreo «Gólgota».
18 Allí lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado y Jesús en el medio.
19 Pilato redactó una inscripción que decía: "Jesús el Nazareno, rey de los judíos", y la hizo poner sobre la cruz.
20 Muchos judíos leyeron esta inscripción, porque el lugar donde Jesús fue crucificado quedaba cerca de la ciudad y la inscripción estaba en hebreo, latín y griego.
21 Los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: «No escribas: "El rey de los judíos". sino: "Este ha dicho: Yo soy el rey de los judíos"».
22 Pilato respondió: «Lo escrito, escrito está».
23 Después que los soldados crucificaron a Jesús, tomaron sus vestiduras y las dividieron en cuatro partes, una para cada uno. Tomaron también la túnica, y como no tenía costura, porque estaba hecha de una sola pieza de arriba abajo,
24 se dijeron entre sí: «No la rompamos. Vamos a sortearla, para ver a quién le toca.» Así se cumplió la Escritura que dice: Se repartieron mis vestiduras y sortearon mi túnica. Esto fue lo que hicieron los soldados.
25 Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena.
26 Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien el amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo».
27 Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre». Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.
28 Después, sabiendo que ya todo estaba cumplido, y para que la Escritura se cumpliera hasta el final, Jesús dijo: Tengo sed.
29 Había allí un recipiente lleno de vinagre; empaparon en él una esponja, la ataron a una rama de hisopo y se la acercaron a la boca.
30 Después de beber el vinagre, dijo Jesús: «Todo se ha cumplido». E inclinando la cabeza, entregó su espíritu.”
El evangelio de Juan en el capítulo 14 nos dice que amar a Dios es guardar sus mandamientos, y esto es precisamente lo que Jesús hizo hasta su último aliento. De hecho, el amor de Jesús por la humanidad lo llevó a aceptar el sufrimiento de la cruz “hasta el final”. Al respecto, el apóstol Pablo se refirió en la epístola a los Filipenses diciendo que Jesús “se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz”. Por tal razón, Jesucristo es el modelo de Hijo perfecto que debemos seguir. Tengamos presente que, así como Jesús después de la crucifixión obtuvo la resurrección y la gloria, nosotros, después de los sufrimientos por Cristo recibiremos las recompensas celestiales. ¡Que el Espíritu Santo nos permita amar al Padre entregándonos en sacrificio para su gloria!
Cuando Juan el Bautista vio a Jesús, exclamó: “Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). La Biblia dice en el Antiguo Testamento que las ofrendas levíticas solo cubrían los pecados de los hombres, pues “es imposible que la sangre de toros y chivos quite los pecados” (Hebreos 10:4). Por consiguiente, era necesario que la sangre de Cristo, el Cordero de Dios, fuera derramada para que nuestros pecados fueran perdonados. Al respecto, el libro del Apocalipsis dice: “y cantaban un canto nuevo, diciendo: «Tú eres digno de tomar el libro y de romper los sellos, porque has sido inmolado, y por medio de tu Sangre, has rescatado para Dios a hombres de todas las familias, lenguas, pueblos y naciones” (Apocalipsis 5:9). La Biblia también revela que la sangre de Jesús es más valiosa que el oro y la plata (1 Pedro 1:19), da sanidad y protección (2 Pedro 2:24-25), y limpia nuestra conciencia de obras muertas (Hebreos 9:14)... ¡Que el Espíritu Santo nos ilumine y haga entender los beneficios de la preciosa Sangre de Jesús!
El misterio de la Cruz es el centro de la fe cristiana. Pero no siempre es fácil contemplar a Jesús crucificado y comprender cómo esta entrega de sí mismo nos ha hecho libres. Por lo tanto, Hozana te propone sumergirte en la belleza y el poder de este misterio a través de estas comunidades:
¡Ven, ora y medita en la Pasión de Cristo con Hozana!