En los Evangelios del Nuevo Testamento se narra la vida de Jesucristo en cada una de sus etapas, por ejemplo, el nacimiento de Jesús, el ministerio de Jesucristo y también sus últimas horas de vida en la tierra. Respecto a este último acontecimiento, Jesús habló a sus discípulos diciendo: “El Padre me ama porque yo doy mi vida para recobrarla. Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y de recobrarla: este es el mandato que recibí de mi Padre”. (Juan 10:17-18). De este modo, se puede decir que las acciones y palabras de Jesús en los días previos a su muerte en la cruz fueron bastante significativas, pues representan una expresión consciente de su obediencia al Padre y de su amor por la humanidad.
A continuación, te invitamos a seguir paso a paso, a través de estos pasajes bíblicos, las huellas de Jesús, desde la última cena con sus discípulos hasta su muerte en la cruz del Calvario.
Este pasaje de los Evangelios describe la última comida que Jesús tuvo con sus apóstoles, la cual se conoce comúnmente como la Última Cena. De hecho, los cristianos conmemoran este episodio compartiendo el cuerpo y la sangre de Cristo, que en la religión católica se conoce como la Eucaristía. La biblia narra este acontecimiento como sigue:
“Llegada la hora, Jesús se sentó a la mesa con los Apóstoles y les dijo:
15 «He deseado ardientemente comer esta Pascua con ustedes antes de mi Pasión,
16 porque les aseguro que ya no la comeré más hasta que llegue a su pleno cumplimiento en el Reino de Dios».
17 Y tomando una copa, dio gracias y dijo: «Tomen y compártanla entre ustedes.
18 Porque les aseguro que desde ahora no beberé más del fruto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios».
19 Luego tomó el pan, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: «Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía».
20 Después de la cena hizo lo mismo con la copa, diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza sellada con mi Sangre, que se derrama por ustedes.
21 La mano del traidor está sobre la mesa, junto a mí” (Lucas 22:14-21).
Unas horas antes de ser entregado, Jesús pidió a Pedro, Santiago y Juan que lo apoyaran en oración, pues para Él era un momento de gran angustia y tristeza, sin embargo, orar lo ayudó a perseverar y salir de ese momento lleno de ánimo y listo para enfrentar su destino. (Descubre más sobre este episodio de la vida de Jesús aquí).
Judas Iscariote fue uno de los 12 apóstoles, y el responsable de entregarlo a un soldado romano a cambio de unas monedas de oro.
“54 Después de arrestarlo, lo condujeron a la casa del Sumo Sacerdote. Pedro lo seguía de lejos.
55 Encendieron fuego en medio del patio, se sentaron alrededor de él y Pedro se sentó entre ellos.
56 Una sirvienta que lo vio junto al fuego, lo miró fijamente y dijo: «Este también estaba con él».
57 Pedro lo negó diciendo: «Mujer, no lo conozco».
58 Poco después, otro lo vio y dijo: «Tú también eres uno de aquellos». Pero Pedro respondió: «No, hombre, no lo soy».
59 Alrededor de una hora más tarde, otro insistió, diciendo: «No hay duda de que este hombre estaba con él; además, él también es galileo».
60 «Hombre, dijo Pedro, no sé lo que dices». En ese momento, cuando todavía estaba hablando, cantó el gallo.
61 El Señor, dándose vuelta, miró Pedro. Este recordó las palabras que el Señor le había dicho: «Hoy, antes que cante el gallo, me habrás negado tres veces».
62 Y saliendo afuera, lloró amargamente” (Lucas 22:54-62).
“66 Cuando amaneció, se reunió el Consejo de los ancianos del pueblo, junto con los sumos sacerdotes y los escribas. Llevaron a Jesús ante el tribunal
67 y le dijeron: «Dinos si eres el Mesías». El les dijo: «Si yo les respondo, ustedes no me creerán,
68 y si los interrogo, no me responderán.
69 Pero en adelante, el Hijo del hombre se sentará a la derecha de Dios todopoderoso».
70 Todos preguntaron: «¿Entonces eres el Hijo de Dios?». Jesús respondió: «Tienen razón, yo lo soy».
71 Ellos dijeron: «¿Acaso necesitamos otro testimonio? Nosotros mismos lo hemos oído de su propia boca” (Lucas 22:66-71).
“20 Mientras tanto, los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la multitud que pidiera la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús.
21 Tomando de nuevo la palabra, el gobernador les preguntó: «¿A cuál de los dos quieren que ponga en libertad?». Ellos respondieron: «A Barrabás».
22 Pilato continuó: «¿Y qué haré con Jesús, llamado el Mesías?». Todos respondieron: «¡Que sea crucificado!».
23 El insistió: «¿Qué mal ha hecho?». Pero ellos gritaban cada vez más fuerte: «¡Que sea crucificado!».
24 Al ver que no se llegaba a nada, sino que aumentaba el tumulto, Pilato hizo traer agua y se lavó las manos delante de la multitud, diciendo: «Yo soy inocente de esta sangre. Es asunto de ustedes».
25 Y todo el pueblo respondió: «Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos».
26 Entonces, Pilato puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado” (Mateo 27:20-26).
“Jesús, cargando sobre sí la cruz, salió de la ciudad para dirigirse al lugar llamado «del Cráneo», en hebreo «Gólgota»” (Juan 19:17). Los cristianos reviven este momento en el cual Jesús llevó la cruz sobre sus lomos, especialmente el viernes santo mediante el Vía Crucis, es decir, un recorrido que consta de 14 estaciones y no permite meditar sobre la Pasión y el sacrificio de Jesús por la humanidad.
La crucifixión de Jesús fue el punto culminante de la Pasión de Cristo. De hecho, Jesús cargó toda la maldición del mundo mientras estaba allí en la cruz, con sus manos y pies clavados en el madero, también recibió las burlas e insultos de todos los que pasaban cerca. Cabe anotar que la crucifixión de Jesús se considera uno de los pilares de la fe cristiana por su sacrificio y redención. Te invitamos a descubrir más sobre este momento en los Evangelios (Mateo 27:35-56; Marcos 15:24-41; Lucas 24:33-49; Juan 19:17-37) y en este artículo sobre la crucifixión de Cristo.
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