La fe cristiana se basa en la fe en la resurrección de Cristo. El apóstol Pablo lo confirma al decir: “Y si Cristo no resucitó, la fe de ustedes es inútil y sus pecados no han sido perdonados” (1 Corintios 15:17). De hecho, los ángeles ordenaron a las mujeres que fueran a contar la buena noticia a los discípulos: ¡Jesús había resucitado y ya no estaba entre los muertos, sino que había vuelto a la vida! Este gran suceso se narra en los cuatro evangelios y testifica que Jesús fue crucificado, sepultado, ¡y resucitó al tercer día! Posteriormente, durante 40 días, se apareció varias veces a sus discípulos, recordando su victoria sobre la muerte. Por eso, durante la Pascua los cristianos celebramos la resurrección de Jesús.
“1 El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada.
2 Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».
3 Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro.
4 Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes.
5 Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró.
6 Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo,
7 y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte.
8 Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó.
9 Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos.
10 Los discípulos regresaron entonces a su casa.
11 María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro
12 y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús.
13 Ellos le dijeron: «Mujer, ¿por qué lloras?». María respondió: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto».
14 Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció.
15 Jesús le preguntó: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?». Ella, pensando que era el cuidador de la huerta, le respondió: «Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo».
16 Jesús le dijo: «¡María!». Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: «¡Raboní!», es decir «¡Maestro!».
17 Jesús le dijo: «No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: «Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes».
18 María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras.
19 Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: «¡La paz esté con ustedes!».
20 Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor.
21 Jesús les dijo de nuevo: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes»
22 Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió «Reciban al Espíritu Santo.
23 Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan».
24 Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús.
25 Los otros discípulos le dijeron: «¡Hemos visto al Señor!». El les respondió: «Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré».
26 Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: «¡La paz esté con ustedes!».
27 Luego dijo a Tomás: «Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe».
28 Tomas respondió: «¡Señor mío y Dios mío!.
29 Jesús le dijo: «Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!»”.
Imagina lo agitados, confundidos y perdidos que estaban Pedro y Juan cuando María Magdalena volvió corriendo a decirles que el cuerpo de Jesús ya no estaba en la tumba donde lo habían dejado. De hecho, desde el momento en que su amo murió, sus discípulos no solo habían experimentado la angustia y la decepción, sino que también habían perdido toda la esperanza de verlo vivo nuevamente. Sin embargo, Jesús les dio una hermosa lección de esperanza, que también se aplica a nosotros: no hay nada peor que la muerte, pero ¡Jesús la venció!...
Quizá en nuestra vida hay situaciones en las que hemos movido una piedra porque somos conscientes de que nadie puede hacer nada al respecto y hemos decidido dejar las cosas así. Sin embargo, actualmente la resurrección de Jesús se nos presenta como un soplo de esperanza para nuestras vidas. ¡Abramos las puertas de nuestro corazón y creamos que la vida puede brotar incluso de lo que aparenta ser muerte!
La primera vez que Jesús se apareció a sus discípulos, Tomás no estaba allí, por eso, cuando le dijeron lo que había sucedido, no lo creyó. De hecho, Tomás quería ver y tocar antes de creer. Sin embargo, Jesús respondió que hay una alegría mayor dada por el Espíritu Santo a todos los que creen sin haber visto. Tengamos en cuenta que, la mayoría de nosotros nunca hemos visto físicamente a Jesús, sólo hemos oído hablar de Él, pero el Espíritu Santo ha convencido nuestros corazones para que creamos. En ese orden de ideas, la verdadera fe “nace de la predicación y la predicación se realiza en virtud de la Palabra de Cristo” (Romanos 10:17) y “es la garantía de los bienes que se esperan, la plena certeza de las realidades que no se ven” (Hebreos 11:1). A decir verdad, el Señor desea que tengamos esta clase de fe en nuestros corazones.
¡Jesús murió y resucitó! ¡Él venció la muerte y quiere dar vida eterna a todos los que están dispuestos a seguirle. ¡Qué buena noticia!, ¿cierto? Sin embargo, es necesario tener presente que seguir a Cristo requiere una conversión genuina del corazón, por eso, podemos aprovechar el tiempo de Cuaresma para lograrlo. De hecho, Hozana te ofrece diferentes propuestas para vivir un tiempo de oración, de meditación, y de compartir, de modo que te puedas preparar para la alegría de la resurrección de Cristo. Por ejemplo, te invitamos a unirte a:
¡Ven y celebra la resurrección de Cristo con Hozana!