Sacerdote, profeta y rey

En 1988, en su exhortación apostólica Christifideles laici, san Juan Pablo II mencionó que “La participación de los fieles laicos en el triple oficio de Cristo Sacerdote, Profeta y Rey tiene su raíz primera en la unción del Bautismo, su desarrollo en la Confirmación, y su cumplimiento y dinámica sustentación en la Eucaristía”. (n°14). Recordemos que, por el bautismo, todo bautizado se convierte en sacerdote, profeta y rey. Pero, ¿qué significa esto? ¿Y cómo ejercemos estos tres oficios en nuestra vida cotidiana? Descubramos todo esto a partir de algunos elementos del Catecismo de la Iglesia Católica. Al final de esta lectura, te invitamos a descubrir otras preguntas y respuestas sobre la vida cristiana

Todo bautizado es sacerdote

¿Qué significa ser sacerdote por el bautismo?

Para un bautizado, ser sacerdote significa ofrecer un sacrificio agradable a Dios a lo largo de toda su vida, en particular santificando el mundo profano lo cual se puede lograr, por una parte, participando en todas las actividades (profesionales, comunitarias, familiares, etc.) en el Espíritu de Dios, y, por otra parte, participando en la liturgia de la Iglesia, en particular la Eucaristía. Por lo tanto, toda acción de un bautizado se convierte en una ofrenda espiritual a Dios.

La Palabra de Dios nos habla del sacerdocio santo y real en el versículo 5 del capítulo 2 de la primera carta del Apóstol San Pedro: “vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo”. (1 Pedro 2:5). 

Además, el numeral 941 del Catecismo menciona que: Los laicos participan en el sacerdocio de Cristo: cada vez más unidos a Él, despliegan la gracia del Bautismo y la de la Confirmación a través de todas las dimensiones de la vida personal, familiar, social y eclesial, y realizan así el llamamiento a la santidad dirigido a todos los bautizados”. (n° 941). 

Por último, el Concilio Vaticano II añade que: “Todas sus obras, sus oraciones e iniciativas apostólicas, la vida conyugal y familiar, el cotidiano trabajo, el descanso de alma y de cuerpo, si son hechos en el Espíritu, e incluso las mismas pruebas de la vida si se sobrellevan pacientemente, se convierten en “sacrificios espirituales, aceptables a Dios por Jesucristo” (cf. 1 Pedro 2:5), que en la celebración de la Eucaristía se ofrecen piadosísimamente al Padre junto con la oblación del cuerpo del Señor. De este modo, también los laicos, como adoradores que en todo lugar actúan santamente, consagran el mundo mismo a Dios”. (Lumen Gentium n° 34)

¿Cómo puedo ser sacerdote en mi vida?

A continuación te presentamos algunos ejemplos de cómo cada bautizado puede ejercer su oficio de sacerdote en su vida cotidiana:

  • Realizar estas actividades (profesionales, comunitarias, familiares, etc.) como una ofrenda agradable a Dios
  • Desarrollar una vida de oración y unión con Cristo
  • Participar en la Eucaristía todos los domingos
  • Participar en los demás sacramentos, como la reconciliación
  • Unirse y/o participar en la oración de la Iglesia (la Liturgia de las Horas)

Todo bautizado es profeta

¿Qué significa ser profeta por el bautismo?

Para un bautizado, ser profeta significa escuchar la Palabra de Dios y proclamarla de palabra o de obra. Comprometerse, dar testimonio, hablar y actuar para cambiar las cosas o denunciar el mal son elementos importantes de lo que significa ser profeta.

Los numerales 904 y 905 del Catecismo nos recuerdan la participación de los laicos en el oficio profético de Cristo. El numeral 905 recalca que: “Los laicos cumplen también su misión profética evangelizando, con "el anuncio de Cristo comunicado con el testimonio de la vida y de la palabra". En los laicos, "esta evangelización [...] adquiere una nota específica y una eficacia particular por el hecho de que se realiza en las condiciones generales de nuestro mundo". «Este apostolado no consiste sólo en el testimonio de vida; el verdadero apostolado busca ocasiones para anunciar a Cristo con su palabra, tanto a los no creyentes [...] como a los fieles». (n° 905).

El numeral 942 complementa lo anterior: “Gracias a su misión profética, los laicos están llamados a ser testigos de Cristo en todas las cosas, también en el interior de la sociedad humana". (n° 942).

Además, en la Christifideles Laici, San Juan Pablo II añade que: “La participación en el oficio profético de Cristo, «que proclamó el Reino del Padre con el testimonio de la vida y con el poder de la palabra», habilita y compromete a los fieles laicos a acoger con fe el Evangelio y a anunciarlo con la palabra y con las obras, sin vacilar en denunciar el mal con valentía. [...] Son igualmente llamados a hacer que resplandezca la novedad y la fuerza del Evangelio en su vida cotidiana, familiar y social”. (n°14)

¿Cómo ser profeta en mi vida?

A continuación, te compartimos algunos ejemplos de cómo cada bautizado puede ejercer el oficio de profeta en su vida cotidiana:

  • Comprometerse y dar testimonio
  • Expresarse y actuar para cambiar las cosas
  • Anunciar el Evangelio en la comunidad
  • Hacer la catequesis

Todo bautizado es rey

¿Qué significa ser bautizado rey?

El servicio es el oficio real de todo bautizado, siguiendo el ejemplo de Cristo Servidor, que lavó los pies a sus discípulos y que, durante su ministerio público, multiplicó sus actos de compasión hacia los enfermos y los pecadores.

En el Catecismo de la Iglesia Católica, esta participación en el oficio regio de Cristo se desarrolla en los numerales 908 a 913 que afirman, por ejemplo, que ser rey consiste en “colaborar con sus pastores en el servicio de la comunidad eclesial [...], ejerciendo ministerios muy diversos". (n° 910), así como también a “cooperar a tenor del derecho [...], en los concilios particulares, los sínodos diocesanos, los consejos pastorales, en el ejercicio de la tarea pastoral de una parroquia, la colaboración en los consejos de los asuntos económicos, la participación en los tribunales eclesiásticos, etc.”. (n° 911).

El numeral 943 también nos dice que: “Debido a su misión regia, los laicos tienen el poder de arrancar al pecado su dominio sobre sí mismos y sobre el mundo por medio de su abnegación y santidad de vida.” (n° 943).

Además, San Juan Pablo II, en su exhortación apostólica Christifideles Laici sobre la vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo, evoca el significado de ejercer el oficio real. “Por su pertenencia a Cristo, Señor y Rey del universo, los fieles laicos participan en su oficio real y son llamados por Él para servir al Reino de Dios y difundirlo en la historia. Viven la realeza cristiana, antes que nada, mediante la lucha espiritual para vencer en sí mismos el reino del pecado (cf. Rm 6, 12); y después en la propia entrega para servir, en la justicia y en la caridad, al mismo Jesús presente en todos sus hermanos, especialmente en los más pequeños (cf. Mt 25, 40)”. (n°14)

¿Cómo puedo ser rey en mi vida?

He aquí algunos ejemplos de cómo cada bautizado puede ejercer su oficio real en su vida cotidiana:

  • “Gobernando a su familia”
  • Sirviendo a todos (personas aisladas, enfermas, que necesitan ser escuchadas, etc.)
  • Sirviendo a la Iglesia participando en un servicio (catequesis, funerales, en un consejo, etc.) o en su diócesis.
  • Haciendo voluntariado

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