El peregrinaje formaba parte del ministerio público de Jesús, cuando iba a Jerusalén para las grandes fiestas judías, como nos recuerda el número 583 del Catecismo de la Iglesia Católica. Pero, ¿qué se entiende hoy por peregrinaje en la Iglesia? ¿Qué significa?
Descubre las principales preguntas y respuestas sobre el peregrinaje, basadas especialmente en el Catecismo de la Iglesia Católica. Al final de esta lectura, te invitamos a descubrir otras preguntas sobre la vida cristiana.
La Iglesia es peregrina, como lo demuestran varios numerales del Catecismo de la Iglesia Católica, entre ellos el 671: “la Iglesia peregrina lleva en sus sacramentos e instituciones, que pertenecen a este tiempo, la imagen de este mundo que pasa. Ella misma vive entre las criaturas que gimen en dolores de parto hasta ahora y que esperan la manifestación de los hijos de Dios”. (n. 671).
El peregrinaje de la Iglesia tiene como objetivo la misión, como lo recuerda el numeral 850 del Catecismo, mencionando el carácter misionero de la Iglesia: "La Iglesia peregrinante es, por su propia naturaleza, misionera, puesto que tiene su origen en la misión del Hijo y la misión del Espíritu Santo según el plan de Dios Padre". (n. 850).
“Así, de celebración en celebración, anunciando el misterio pascual de Jesús "hasta que venga" (1 Corintios 11:26), el pueblo de Dios peregrinante "camina por la senda estrecha de la cruz" hacia el banquete celestial, donde todos los elegidos se sentarán a la mesa del Reino”. (n° 1344) .
El peregrinaje de la Iglesia pasa por la persecución, como nos recuerda el numeral 675 del Catecismo: “Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes. La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra desvelará el "misterio de iniquidad" bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad. La impostura religiosa suprema es la del Anticristo, es decir, la de un seudo-mesianismo en que el hombre se glorifica a sí mismo colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías venido en la carne”. (n. 675).
Los numerales 1392 y 1419 del Catecismo nos recuerdan que la Eucaristía es el pan de nuestro peregrinaje: “Este crecimiento de la vida cristiana necesita ser alimentado por la comunión eucarística, pan de nuestra peregrinación, hasta el momento de la muerte, cuando nos sea dada como viático”. (n° 1392)
“La participación en el Santo Sacrificio nos identifica con su Corazón, sostiene nuestras fuerzas a lo largo del peregrinar de esta vida, nos hace desear la Vida eterna y nos une ya desde ahora a la Iglesia del cielo, a la Santa Virgen María y a todos los santos”. (n° 1419)
Varios números nos muestran que los vivos siguen peregrinando por la tierra.
En la medida en que todo ser humano es pecador, podemos decir que la vida de todo ser humano en la tierra es un peregrinaje. Esto es lo que nos da a entender el numeral 1469: "el pecador es fortalecido por el intercambio de los bienes espirituales entre todos los miembros vivos del Cuerpo de Cristo, estén todavía en situación de peregrinos o que se hallen ya en la patria celestial". Además el numeral 1475 habla de "los que peregrinan todavía en la tierra". (n° 1475).
Como lo habíamos comentado en el artículo sobre la resurrección, el peregrinaje del hombre en la tierra termina definitivamente con la muerte: "La muerte es el fin de la peregrinación terrena del hombre, del tiempo de gracia y de misericordia que Dios le ofrece para realizar su vida terrena según el designio divino y para decidir su último destino. Cuando ha tenido fin "el único curso de nuestra vida terrena" (LG 48), ya no volveremos a otras vidas terrenas. "Está establecido que los hombres mueran una sola vez" (Hb 9, 27). No hay "reencarnación" después de la muerte". (n° 1013)
El sentido del peregrinaje terrenal para el hombre es, en particular, conocer y amar a Dios, alabándole, respetándole y sirviéndole, y responder a la llamada universal a la santidad.
El Catecismo nos muestra que la finalidad del peregrinaje terrenal del hombre es conocer y amar a Dios. Por ejemplo, el numeral 27 del Catecismo dice: “El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios; y Dios no cesa de atraer al hombre hacia sí, y sólo en Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha que no cesa de buscar”: La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la comunión con Dios. El hombre es invitado al diálogo con Dios desde su nacimiento; pues no existe sino porque, creado por Dios por amor, es conservado siempre por amor; y no vive plenamente según la verdad si no reconoce libremente aquel amor y se entrega a su Creador”. (n. 27).
También podríamos añadir el principio y fundamento de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola: "El hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su ánima".
Además del Catecismo de la Iglesia Católica, el documento del Papa Juan Pablo II titulado La Peregrinación en el Gran Jubileo del Año 2000 nos recuerda que el objetivo del peregrinaje del hombre es el encuentro con Dios: "La meta hacia la que se dirige el itinerario que el peregrino recorre es, ante todo, la tienda del encuentro con Dios". Además, este peregrinaje debe ser también la "tienda del encuentro eucarístico con Cristo" y "con la caridad".
Todo cristiano está llamado a la santidad, como lo mencionan varios numerales del Catecismo, entre ellos el 784 y el 1533.
También te invitamos a leer nuestra guía de los santos para recuperar la santidad.
Los peregrinajes son una forma de vivir nuestra vida cristiana. Forman parte de la religiosidad popular, de las devociones y de las diversas formas de piedad, como nos recuerda el numeral 1674 del Catecismo: “El sentido religioso del pueblo cristiano ha encontrado, en todo tiempo, su expresión en formas variadas de piedad en torno a la vida sacramental de la Iglesia: tales como la veneración de las reliquias, las visitas a santuarios, las peregrinaciones, las procesiones, el vía crucis, las danzas religiosas, el rosario, las medallas, etc.”. (n° 1674)
Podemos tomar el ejemplo de San Benito José Labre, que fue un gran peregrino, puesto que recorrió a pie unos 30.000 km de Europa. A través de su vida, nos mostró que la vida cristiana es un peregrinaje.
Al igual que este santo, cada año muchos cristianos peregrinan a Jerusalén y Tierra Santa, Roma, Lourdes, Fátima, Santiago de Compostela y muchos otros lugares.
¡Con Hozana, oremos para que nuestro peregrinaje por la tierra sea un éxito! Un peregrinaje exitoso puede implicar, por ejemplo, ser fiel a tu vocación, buscar la santidad, recibir los sacramentos y ejercer el sacerdocio.
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