¿Qué son los 7 pecados capitales? ¿Cuáles son? ¿De dónde vienen? ¿Por qué se les llama pecados "capitales"?
Estos pecados fueron enumerados por Santo Tomás de Aquino, y al igual que todos los pecados, nos alejan de Dios y constituyen el origen de todos nuestros males. Me imagino que al igual que muchas personas te estarás preguntando “¿cómo pecamos por orgullo, avaricia, envidia, lujuria, gula, ira o pereza? ¿Y cómo podemos evitarlo?”
A continuación, no solo te invitamos a descubrir los siete pecados capitales, sino también sus opuestos: las virtudes fundamentales que liberan e iluminan nuestras vidas.
Estos pecados se llaman capitales porque de ellos se derivan todos los demás. De hecho, se consideran como los grandes impulsos humanos que nos llevan a pecar.
El término pecado capital no indica necesariamente un nivel de gravedad (a diferencia de la noción de pecado mortal), sin embargo, enfatizan el hecho de que constituyen la raíz de todos los demás pecados y de todos los males de la humanidad. En este orden de ideas, una forma de luchar contra el mal desde su origen es combatiéndolos.
En la Biblia, no se mencionan los 7 pecados capitales como tales, sin embargo, en el Evangelio de Mateo, encontramos una lista de estos pecados que a menudo se encuentran en el corazón humano: "En cambio, lo que sale de la boca procede del corazón, y eso es lo que mancha al hombre. Del corazón proceden las malas intenciones, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los robos, los falsos testimonios, las difamaciones. Estas son las cosas que hacen impuro al hombre” (Mat. 15, 18-20).
El tema de los pecados capitales era un gran interrogante desde el siglo IV: primero Evagrio el Póntico se cuestionó al respecto, seguido de Juan Casiano, quien propuso una clasificación de los 8 tipos de pensamientos que suscitan las pasiones del tener y del ser (pensamientos de posesión y pensamientos de dominación). Poco tiempo después, el Papa Gregorio Magno retomó esta lista, aportándole ligeras modificaciones.
Pero no fue sino hasta varios siglos más tarde, que Santo Tomás de Aquino estableció la nomenclatura de los 7 pecados capitales tal como los conocemos hoy, en su obra La Suma Teológica. Cabe destacar que, el 7 no aparece allí por casualidad, ya que el número 7 tiene un valor simbólico en la Biblia, al representar la totalidad de algo. En este orden de ideas, los 7 pecados capitales engloban la totalidad de las cosas que pueden llevarnos a pecar.
El orgullo nos lleva a creer que somos autosuficientes, que podemos prescindir de Dios y de los demás. El orgullo nos aparta a Dios y nos aísla. También nos impide crecer, puesto que una mente orgullosa piensa que no necesita aprender ni cuestionarse a sí misma. Este es el pecado que conduce a la caída y al aislamiento. De hecho, el primer pecado, es decir, el pecado original cometido por Adán y Eva, es un pecado de orgullo.
El orgullo puede tomar la forma de vanidad, pretensión, esnobismo (presunción, altivez), etc.
La avaricia, también conocida con el nombre de codicia, es un apego desmesurado hacia el dinero y, más ampliamente, hacia las posesiones materiales. La sensación de necesitar cada vez más para sentirse bien, para sentirse seguro, para existir. Este pecado lastra el corazón y el alma, haciendo cada vez más difícil volver su mirada hacia los bienes celestiales, que son los únicos que están destinados a durar en la eternidad, como nos dice la Biblia:
"No acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los consumen, y los ladrones perforan las paredes y los roban. Acumulen, en cambio, tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que los consuma, ni ladrones que perforen y roben. Allí donde esté tu tesoro, estará también tu corazón" (Mat. 6, 19-21).
La codicia también nos roba la libertad al hacernos dependientes de posesiones y objetos.
Los celos nos hacen mirar hacia otro lado y perder nuestro horizonte, ya que nos obsesionamos con el otro, con lo que tiene, con lo que es, dejando así que se distorsione nuestra visión: de los que nos rodean (cada vez nos cuesta más ver las luchas y sufrimientos de los demás) y de nosotros mismos (nos olvidamos de ver nuestras propias riquezas y los dones de Dios en nuestra vida). Tengamos presente que, la persona celosa, así como la envidiosa, siempre está insatisfecha y siente que sólo existe al compararse con otros… La envidia también alimenta un deseo de posesión que nunca se satisface.
La ira o el enojo, como pecado cardinal, no es sólo una emoción pasajera ante una situación injusta o que no respeta la dignidad de la persona. Jesús mismo sintió ira ante las acciones de algunas personas en los Evangelios. Pero la ira se convierte en pecado cuando se arraiga y se convierte en parte inherente de nuestro carácter:
- Cuando la más mínima molestia nos hace perder el control de nuestros actos.
- Cuando hace imposible el perdón y fomenta el resentimiento.
Generalmente, cuando se llega a este punto, la ira nos impulsa a actuar con violencia, de palabra o de obra, o de forma insidiosa, a través de una agresividad pasiva que es igualmente dañina.
Por eso el apóstol Pablo nos advierte: "Si se enojan, no se dejen arrastrar al pecado ni permitan que la noche los sorprenda enojados, dando así ocasión al demonio" (Ef. 4, 26-27).
El pecado de lujuria consiste en considerar a otra persona como un objeto cuya única finalidad es satisfacer nuestro propio placer. Por lo tanto, la sexualidad puede ser un lugar de lujuria, cuando la otra persona es vista sólo como un medio para alcanzar nuestro goce carnal. En este orden de ideas, la lujuria niega la dimensión sagrada del cuerpo.
Tengamos presente que, la lujuria puede adoptar otras formas: cuando utilizamos a los demás para nuestra propia conveniencia o disfrute, cuando solo nos servimos del otro, negando así su dignidad.
También en este caso hay que tener cuidado con lo que podrían ser tendencias excesivas. No se trata de desterrar todo placer, sino de mantener una relación adecuada con esos placeres. El pecado de gula se presenta cuando ya no sabemos escuchar a nuestro cuerpo y sus necesidades. Esto puede conducir a comportamientos excesivos como la adicción.
La pereza nos impide tomar las riendas de los acontecimientos, ya que sin darnos cuenta, estamos evitando pasar a la acción y asumir nuestras responsabilidades, o por el contrario, también nos puede impulsar a adoptar tendencias accionistas que nos impiden comprometernos plenamente en algo, o perseverar en una dirección concreta. Este vicio incluye también la acedía, que es una forma de pereza espiritual.
Recordemos que no solamente existen los 7 pecados capitales, sino también las 7 virtudes fundamentales:
Así pues, se nos invita a combatir una mala tendencia trabajando una de estas virtudes fundamentales.
Tengamos presente que, una virtud es un buen hábito que adquirimos, y que se va volviendo natural, a medida que lo practicamos y perseveramos.
A continuación, te presentamos algunos ejemplos de virtudes en las que trabajar, según el tipo de pecado:
- La fe y la humildad ayudan a combatir el orgullo, al admitir que necesitamos a Dios y a los demás.
"Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no fue estéril en mí, sino que yo he trabajado más que todos ellos, aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios que está conmigo" (1 Corintios 15:10)
- La justicia comienza donde acaba la avaricia. ¿Cómo puedo actuar con más justicia en mi vida? ¿Cómo pueden las posesiones que tengo ayudarme a establecer una mayor justicia ayudando a los necesitados?
"aprendan a hacer el bien! ¡Busquen el derecho, socorran al oprimido, hagan justicia al huérfano, defiendan a la viuda!"(Isaías 1, 17).
- La caridad nos permite cambiar nuestra forma de ver a los demás y no fijarnos en lo que tienen, no comparar, sino acoger y aceptar sus diferencias. ¿Soy capaz de ver las heridas y las luchas de la persona a la que envidio y de mirarla con compasión?
"Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros"(Juan 13:34).
- La castidad (que no es abstinencia) nos permite establecer una relación correcta con los demás, con nuestro cuerpo, con respeto y amor mutuos. ¿Cuál es la distancia justa que debo poner entre esta persona y yo, para no estar ni demasiado lejos ni demasiado cerca?
"¿No saben que ustedes son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes?" (1 Corintios 3:16).
- La sobriedad (y la templanza) nos despiertan, mientras que la glotonería y la necesidad de estar siempre saciados nos duermen. ¿Cómo puedo aligerar mi rutina diaria? ¿Cómo puedo reavivar el deseo, verdadero motor de la vida?
"Todos ustedes son hijos de la luz, hijos del día. Nosotros no pertenecemos a la noche ni a las tinieblas. No nos durmamos, entonces, como hacen los otros: permanezcamos despiertos y seamos sobrios.." (1 Tesalonicenses 5:5-6).
- La templanza nos ayuda a controlarnos y a no dejar que las emociones fuertes nos dominen. No se trata de negarlas, sino de acogerlas conscientemente y no dejar que nos abrumen.
"Porque el Espíritu que Dios nos ha dado no es un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de sobriedad" (2 Timoteo 1, 7).
- Esperanza y valor: la pereza puede ser una forma de huir de la realidad cuando parece demasiado difícil. La valentía nos invita a afrontarla. Paso a paso, con la ayuda de Dios.
"¿Acaso no soy yo el que te ordeno que seas fuerte y valiente? No temas ni te acobardes, porque el Señor, tu Dios, estará contigo dondequiera que vayas»"(Josué 1:9).
Frente a estos 7 pecados, tenemos armas que el Señor nos ha entregado para vencer:
- Los 7 sacramentos de la Iglesia, en particular los sacramentos de la reconciliación y de la Eucaristía.
- Los 7 dones del Espíritu, que podemos pedir en nuestras oraciones, en particular con la famosa novena al Espíritu Santo.
- Las 7 virtudes fundamentales, que mencionamos anteriormente.
Además, existen algunas actitudes que podemos trabajar para hacer de nosotros cristianos que irradian la alegría y la paz de Cristo, poniendo más sencillez, humor y gratitud en nuestra vida... y que pueden llegar a ser baluartes que nos protegen contra nuestros malos deseos e impulsos.
Recordemos que, la oración es un medio eficaz para combatir el pecado y ayudarnos a crecer en las virtudes que nos liberan y nos santifican. De hecho, Hozana te propone diferentes comunidades de oración en línea que te ayudarán a crecer espiritualmente y a ir desarrollando las virtudes y practicar la fe, la esperanza y la caridad, ya que esto es lo que nos permitirá ir contra el pecado. A continuación algunas de ellas: