Abraham es el primer patriarca que la Biblia menciona en el Antiguo Testamento. A este siervo se le conoce comúnmente como el Padre de la Fe, porque durante 25 años creyó que Dios le daría un hijo y muchos descendientes. Un día, Dios cumplió su palabra y le dio un heredero llamado Isaac, el hijo de la promesa. ¿Conoces la historia de Isaac, hijo de Abraham? Te invitamos a descubrir a través de varios pasajes bíblicos quién fue Isaac, la relación que hubo entre: Isaac y Rebeca, su esposa, Isaac e Ismael, su hermano, e Isaac y sus hijos, Jacob y Esaú.
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Dios prometió a Abraham que haría de él una gran nación y que tendría su descendencia por medio de Sara, su esposa. Enonces, Abraham se aferró a su fe y tuvo un hijo al que puso por nombre Isaac, lo cual quiere decir "él reirá” o “él se alegrará".
La Biblia nos dice que Abraham dio todas sus posesiones como herencia a Isaac, su hijo, y que Isaac siguió trabajando y haciendo fructificar dicha heredad luego de la muerte de su padre. Sin embargo, esto despertó la ira de los fariseos, quienes “(...) taparon y llenaron de tierra todos los pozos, que en tiempos de Abraham habían cavado los servidores de su padre” (Génesis 26:15). Aun así, Isaac conservó su esperanza y no se desanimó, incluso después que Abimelec lo expulsara de esta tierra: de hecho, ante la prueba siguió trabajando, cavando pozos, hasta que Abimelec reconoció que Dios estaba con él, y salió a su encuentro para hacer un pacto.
Antes de su muerte, Abraham pidió a su siervo que buscara una esposa para su hijo Isaac que fuera de su país y no de Canaán. Al regresar, el siervo trajo a Rebeca con él, e Isaac la tomó como esposa y la amó profundamente. La Biblia deja ver que la joven era estéril, sin embargo, “Isaac oró al Señor por su esposa, que era estéril. El Señor lo escuchó, y su esposa Rebeca quedó embarazada” (Génesis 25:21). Luego de un tiempo, Rebeca dio a luz a dos niños que eran gemelos, y a los cuales llamó Jacob y Esaú.
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“Cuando nació el niño que le dio Sara, Abraham le puso el nombre de Isaac. Abraham circuncidó a su hijo Isaac a los ocho días, como Dios se lo había ordenado. Abraham tenía entonces cien años de edad. Sara dijo: «Dios me ha dado motivo para reír, y todos los que se enteren reirán conmigo»” (Génesis 21:3-6).
“Sara vio que el hijo de Agar, la egipcia, jugaba con su hijo Isaac. Entonces dijo a Abraham: «Echa a esa esclava y a su hijo, porque el hijo de esa esclava no va a compartir la herencia con mi hijo Isaac». Esto afligió profundamente a Abraham, ya que el otro también era hijo suyo (Génesis 21: 9-11).
“Entonces Dios le siguió diciendo: «Toma a tu hijo único, el que tanto amas, a Isaac; ve a la región de Moria, y ofrécelo en holocausto sobre la montaña que yo te indicaré». A la madrugada del día siguiente, Abraham ensilló su asno, tomó consigo a dos de sus servidores y a su hijo Isaac, y después de cortar la leña para el holocausto, se dirigió hacia el lugar que Dios le había indicado” (Génesis 22:2-3).
“Isaac sembró en aquella región, y ese año cosechó el ciento por uno, porque el Señor lo había bendecido. Así se fue enriqueciendo cada vez más, hasta que llegó a ser muy rico” (Génesis 26:12-13).
“E Isaac hizo entrar a Rebeca en su carpa. Isaac se casó con ella y la amó. Así encontró un consuelo después de la muerte de su madre (Génesis 24:67).
“Después salió su hermano, que con su mano tenía agarrado el talón de Esaú. Por ello lo llamaron Jacob. Cuando nacieron, Isaac tenía sesenta años. Los niños crecieron. Esaú se convirtió en un hombre agreste, experto en la caza. Jacob, en cambio, era un hombre apacible y apegado a su carpa. Isaac quería más a Esaú, porque las presas de caza eran su plato preferido; pero Rebeca sentía más cariño por Jacob” (Génesis 25:26-28).
“Cuando él se acercó para besarlo, Isaac percibió la fragancia de su ropa. Entonces lo bendijo diciendo: «Sí, la fragancia de mi hijo es como el aroma de un campo que el Señor ha bendecido. Que el Señor te dé el rocío del cielo, y la fertilidad de la tierra, trigo y vino en abundancia. Que los pueblos te sirvan y las naciones te rindan homenaje. Tú serás el señor de tus hermanos, y los hijos de tu madre se inclinarán ante ti. Maldito sea el que te maldiga, y bendito el que te bendiga»” (Génesis 27: 27-29).