El mensaje central del evangelio es que Jesús es el Hijo de Dios, y que, al creer en Él, recibimos la vida eterna. Por tal razón, los evangelios del Nuevo Testamento presentan la vida de Jesús como el cumplimiento de la promesa de Dios a la humanidad. De hecho, a lo largo de estos pasajes, Jesús demuestra que es el Hijo de Dios, no sólo por sus palabras, sino también por sus milagros: sanaciones, liberaciones, resurrecciones… Te invitamos a descubrir a continuación las señales, maravillas y prodigios que Jesús realizó mientras estuvo en medio nuestro.
En los Evangelios, la palabra milagro se utiliza para traducir la palabra griega "dunamis" (que también significa "fuerza, poder"), o la palabra "sêmeion" que se refiere a una "señal, marca, o testimonio". Por ende, cuando la Biblia habla de un milagro, se refiere a “las maravillas por medio de las cuales Dios acredita a los hombres que envía, o que sirven para probar que la causa que defienden es la de Dios”. De hecho, un milagro es un acontecimiento sin precedentes que altera el curso habitual de la naturaleza. Por otro lado, la palabra “señal” es similar a “milagro”, y se refiere más precisamente a “aquello por lo que una persona o cosa se da a conocer y se distingue de otras”.
La Palabra dice: “pero si las hago, crean en las obras, aunque no me crean a mí. Así reconocerán y sabrán que el Padre está en mí y yo en el Padre” (Juan 10:38). De este modo, los milagros de Jesús tenían el propósito de llevar a los incrédulos a creer en que Él es el Hijo de Dios.
El primer milagro de Jesús sucedió cuando Él y María, su madre, fueron invitados a una boda en Caná, y mientras estaban allí, se acabó el vino. Al enterarse, Jesús transformó el agua en vino y ¡salvó la fiesta!... Este milagro se conoce tradicionalmente como el milagro de las bodas de Caná.
En los Evangelios descubrimos que ¡Jesús era un médico extraordinario, pues sanaba a los enfermos sólo con el poder de su palabra! Al respecto, en los salmos se dice que Dios: “envió su palabra y los sanó, salvó sus vidas del sepulcro” (Salmo 107:20), y esto describe exactamente lo que Jesús hizo por los ciegos, los paralíticos, los leprosos, y todas las personas que acudían a Él. De hecho, Jesús no sólo curó los cuerpos, sino también los corazones rotos de las personas; por ejemplo, algunas historias bíblicas, como la de la samaritana, y la de la mujer adúltera, nos permiten ver a Jesús perdonando los pecados de las personas y dándoles la posibilidad de vivir una vida nueva. ¡Qué maravilloso es el Señor!
El Señor Jesús también echó fuera a los demonios, y uno de los milagros de liberación más impresionantes que hizo fue el del endemoniado de Gadara, que estaba poseído por una legión de espíritus inmundos (Marcos 5:1-15) ... Además, la Biblia dice que María Magdalena también pudo experimentar las gracias del ministerio de liberación de Jesús: “...algunas mujeres que habían sido curadas de malos espíritus y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios” (Lucas 8:2).
Según el testimonio escrito de los Evangelios, Jesús resucitó a tres personas: la hija de Jairo, Lázaro y el hijo de la viuda de Naín. Incluso, Dios, su padre, lo resucitó a Él mismo después de haber muerto en la cruz del calvario.
Durante su vida terrenal, Jesús desafió las leyes de la naturaleza: caminó sobre las aguas, convirtió el agua en vino, ordenó que cesaran las tormentas, secó una higuera porque no daba fruto, etc. ¡Su poder es inigualable y nada lo puede detener!
“Después de decirles esto, el Señor Jesús fue llevado al cielo y está sentado a la derecha de Dios. Ellos fueron a predicar por todas partes, y el Señor los asistía y confirmaba su palabra con los milagros que la acompañaban” (Marcos 16:19-20)... Después de la ascensión de Jesús para estar a la diestra de Dios Padre, sus discípulos siguieron predicando y haciendo milagros en su nombre: al respecto, el libro de los Hechos nos muestra algunos milagros que sucedieron a través de sus discípulos, por ejemplo, la conversión de 3.000 personas después de la predicación de Pedro, la sanación de un paralítico frente a la puerta del templo a través de la fe en el nombre de Jesús, y otros milagros que sucedieron por medio de Felipe, Pablo, Esteban, etc...
La Palabra de Dios nos dice: “El discípulo no es superior al maestro; cuando el discípulo llegue a ser perfecto, será como su maestro” (Lucas 6:40). Por eso, contemplar los milagros de Jesús nos permite creer que Él sigue haciendo milagros hoy, y esta fe nos ayuda a seguir viéndolos suceder. No olvidemos lo que dijo Jesús: “Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán” (Marcos 16:17-18).
Los Evangelios nos hablan de muchos milagros que Jesús realizó en esta tierra, pero lo cierto es que ese mismo poder puede seguir actuando en nuestras vidas, si abrimos nuestro corazón a la gracia divina.
Por esto, Hozana te invita a descubrir algunas de las comunidades de oración en torno a Jesús: