En el Antiguo Testamento, la noción de las "doce tribus de Israel" se utiliza para referirse a los pueblos que nacieron de los doce hijos de Jacob. Entre estos hijos, la Biblia relata la historia de José, hijo de Rebeca, que llegó a ser gobernador de Egipto. Quizá te estás preguntando ¿cómo llegó a Egipto? Entonces te invitamos a conocer la historia de José, hijo de Jacob, a través de estos pasajes bíblicos, y a descubrir el corazón tan maravilloso que las pruebas forjaron en él.
“Israel amaba a José más que a ningún otro de sus hijos, porque era el hijo de la vejez, y le mandó hacer una túnica de mangas largas. Pero sus hermanos, al ver que lo amaba más que a ellos, le tomaron tal odio que ni siquiera podían dirigirle el saludo” (Génesis 37:3-4). Este pasaje bíblico nos muestra que José era el hijo favorito de su padre, lo cual despertó los celos de sus hermanos, y cuando José les contó las visiones maravillosas que Dios le había mostrado. “Sus hermanos le preguntaron: «¿Acaso pretendes reinar sobre nosotros y tenernos bajo tu dominio?». Y lo odiaron más todavía por lo que contaba acerca de sus sueños” (Génesis 37:8).
Los celos de los hermanos de José los llevaron incluso a querer matar a su hermano. De hecho, un día, cuando estaban lejos de su padre y José se acercaba a ellos, se dijeron: “«¿Por qué no lo matamos y lo arrojamos en una de esas cisternas? Después diremos que lo devoró una fiera. ¡Veremos entonces en qué terminan sus sueños!». Pero Rubén, al oír esto, trató de salvarlo diciendo: «No atentemos contra su vida» (Génesis 37:20-21). Gracias a la bondad de Rubén, sus hermanos no mataron a José, pero cuando dio la espalda, lo vendieron como esclavo a los madianitas: “Pero entretanto, en Egipto, los madianitas lo habían vendido a Putifar, un funcionario del Faraón, capitán de guardias” (Génesis 37:36).
Después de ser esclavo, Jose entró a la casa de Putifar, donde la gracia de Dios lo hizo marcar la diferencia, y llegó a ser el administrador de todas las posesiones de su amo. Sin embargo, la situación se complicó cuando la mujer de Putifar empezó a insinuarse. Él respondió: “El mismo no ejerce más autoridad que yo en esta casa, y no me ha impuesto ninguna restricción, fuera del respeto que te es debido, ya que eres su esposa. ¿Cómo entonces voy a cometer un delito tan grave y a pecar contra Dios?»” (Génesis 39:9). Aún así, la mujer hizo falsas acusaciones en su contra, por lo que el amo “hizo detener a José, y lo puso en la cárcel donde estaban recluidos los prisioneros del rey. Así fue a parar a la cárcel. Pero el Señor estaba con José y le mostró su bondad, haciendo que se ganara la simpatía del jefe de los carceleros” (Génesis 39:20-21).
Gracias a su don de interpretación, José explicó los sueños de dos administradores del Faraón mientras estaba en prisión. Posteriormente, ese mismo don le permitió interpretar el sueño del faraón y convertirse en gobernador de Egipto. De este modo, Egipto pudo prepararse para la hambruna gracias a los consejos de José, mientras que otros pueblos, incluidos los hebreos, acudieron a Egipto en busca de alimentos, pues se quedaron sin provisiones. Los hermanos de José estaban entre la muchedumbre que llegó en busca de comida, y, cuando los vio de nuevo les dijo: “Por eso Dios hizo que yo los precediera para dejarles un resto en la tierra y salvarles la vida, librándolos de una manera extraordinaria. Ha sido Dios, y no ustedes, el que me envió aquí y me constituyó padre del Faraón, señor de todo su palacio y gobernador de Egipto. (Génesis 45: 7-8)
“José tenía diecisiete años, y apacentaba el rebaño, ayudando a sus hermanos, los hijos de Bilhá y Zilpá, las mujeres de su padre. En cierta ocasión, refirió a Jacob lo mal que se hablaba con ellos” (Génesis 37:2).
“«¿Por qué están hoy con la cara triste?», preguntó a los funcionarios del Faraón que estaban arrestados con él en la casa de su señor” (Génesis 40:7).
“José salió precipitadamente porque se conmovió a la vista de su hermano y no podía contener las lágrimas. Entró en una habitación y lloró. Después se lavó la cara, volvió y, tratando de dominarse, ordenó que sirvieran la comida (Génesis 43:30-31).
“Entonces José volvió a decir a sus hermanos: «Acérquense un poco más». Y cuando ellos se acercaron, añadió: «Sí, yo soy José, el hermano de ustedes, el mismo que vendieron a los egipcios. Ahora no se aflijan ni sientan remordimiento por haberme vendido. En realidad, ha sido Dios el que me envió aquí delante de ustedes para preservarles la vida” (Génesis 45:4-5).