Abraham es uno de los personajes centrales del libro de Génesis, en el Antiguo Testamento. Este gran hombre de Dios también es conocido como el "padre de la fe", porque desde el momento en que conoció a Dios en Harán, se aferró a Él y creyó en todas sus promesas, incluso en la de tener un hijo cuando ya, tanto él como su esposa no tenían edad para concebir. De este modo, Sara y Abraham confiaron en la promesa de Dios de tener un hijo, lo tuvieron, y le pusieron por nombre Isaac. El Nuevo Testamento nos habla de la bendición de Abraham que se da a todos los que creen. Te invitamos a descubrir la historia de este patriarca a quien Dios le hizo esta promesa: "Te bendeciré y serás una fuente de bendición".
Abraham era hijo de Taré, y vivía en Ur de los caldeos con su familia, hasta que Dios se mostró a él, le pidió que dejara todo y lo siguiera a una tierra donde sería bendecido y tendría muchos descendientes. De hecho, el nuevo testamento nos deja ver que Abraham fue un hombre de fe: “Esperando contra toda esperanza, Abraham creyó y llegó a ser padre de muchas naciones, como se le había anunciado: Así será tu descendencia” (Romanos 4:18). Por otro lado, mientras que en su época prevalecía el culto a los ídolos, Abraham decidió creer en el Dios verdadero, y por eso fue declarado justo ante Dios, como está escrito: “Esperando contra toda esperanza, Abraham creyó y llegó a ser padre de muchas naciones, como se le había anunciado: Así será tu descendencia” (Génesis 15:6).
Cuando Dios le pidió a Abraham que dejara a su familia para ir a una tierra desconocida, Abraham aceptó humildemente, pero llevó consigo a su sobrino Lot. Lot era hijo del hermano de Abraham, Harán, que murió antes que su padre Taré. Sin embargo, cuando ambos fueron prosperados, tuvieron que separarse ya que tenían demasiadas posesiones, por lo que Lot se fue a vivir a Sodoma. Más tarde, la intercesión de Abraham fue lo único que lo libró a él y sus hijas del fuego que cayó sobre Sodoma y Gomorra por su pecado.
Dios cambió los nombres de Abram y Sarai por Abraham, que significa padre de multitudes, y Sara, que quiere decir princesa. La esposa de Abraham era estéril y anciana cuando el Señor los visitó, recordándoles la promesa de que pronto tendrían un hijo; en ese entonces, cuando Sara dio a luz a Isaac, tenía 90 años de edad, lo cual nos comprueba que lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios, gracias a la fe que se deposite en Él. ¿Acaso no está escrito: “«¡Si puedes...!», respondió Jesús. «Todo es posible para el que cree»? (Marcos 9:23).
Cuando finalmente recibieron al hijo de la promesa, Isaac, el Señor decidió poner a prueba el apego de Abraham, y le pidió que lo sacrificara. Afortunadamente, la Biblia nos dice que: “Por la fe, Abraham, cuando fue puesto a prueba, presentó a Isaac como ofrenda: él ofrecía a su hijo único, al heredero de las promesas, a aquel de quien se había anunciado: De Isaac nacerá la descendencia que llevará tu nombre. Y lo ofreció, porque pensaba que Dios tenía poder, aun para resucitar a los muertos. Por eso recuperó a su hijo, y esto fue como un símbolo” (Hebreos 11:17-19). Lo anterior nos demuestra que la confianza de Abraham en Dios iba más allá del amor por su querido y dulce hijo, pues estaba dispuesto a darlo todo por el Señor.
“Por lo tanto, ya que estamos rodeados de una verdadera nube de testigos, despojémonos de todo lo que nos estorba, en especial del pecado, que siempre nos asedia, y corramos resueltamente al combate que se nos presenta. Fijemos la mirada en el iniciador y consumador de nuestra fe, en Jesús, el cual, en lugar del gozo que se les ofrecía, soportó la cruz sin tener en cuenta la infamia, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Piensen en aquel que sufrió semejante hostilidad por parte de los pecadores, y así no se dejarán abatir por el desaliento” (Génesis 12:1-3).
“Es verdad que toda corrección, en el momento de recibirla, es motivo de tristeza y no de alegría; pero más tarde, produce frutos de paz y de justicia en los que han sido adiestrados por ella. Por eso, que recobren su vigor las manos que desfallecen y las rodillas que flaquean. Y ustedes, avancen por un camino llano, para que el rengo no caiga, sino que se cure” (Génesis 12:11-13).
“Ya hacía diez años que Abram vivía en Canaán, cuando Sarai, su esposa, le dio como mujer a Agar, la esclava egipcia. Él se unió con Agar, y ella concibió un hijo. Al ver que estaba embarazada, comenzó a mirar con desprecio a su dueña” (Génesis 16:3-4).
“Después Agar dio a Abram un hijo, y Abram lo llamó Ismael. Cuando Agar lo hizo padre de Ismael, Abram tenía ochenta y seis años” (Génesis 16:15-16).
“«Esta será mi alianza contigo: tú serás el padre de una multitud de naciones. Y ya no te llamarás más Abram: en adelante tu nombre será Abraham, para indicar que yo te he constituido padre de una multitud de naciones.Te haré extraordinariamente fecundo: de ti suscitaré naciones, y de ti nacerán reyes” (Génesis 17:4-6).
“Pero mi alianza la estableceré con Isaac, el hijo que Sara te dará el año próximo, para esta misma época»” (Génesis 17:21).
“Cuando el sol comenzó a brillar sobre la tierra, Lot entró en Soar. Entonces el Señor hizo llover sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego que descendían del cielo. Así destruyó esas ciudades y toda la extensión de la región baja, junto con los habitantes de las ciudades y la vegetación del suelo” (Génesis 19:23-25).
“Pero el Ángel del Señor lo llamó desde el cielo: «¡Abraham, Abraham!». «Aquí estoy», respondió él. Y el Ángel le dijo: «No pongas tu mano sobre el muchacho ni le hagas ningún daño. Ahora sé que temes a Dios, porque no me has negado ni siquiera a tu hijo único»” (Génesis 22:11-12).