Entre los personajes bíblicos del Antiguo Testamento, el rey Salomón fue el que más brilló por su sabiduría y riqueza. De hecho, la sabiduría de Salomón era tal que: “Pronunció tres mil máximas, y sus poemas fueron mil cinco” (1 Reyes 5:12), además, fue escogido entre sus dieciocho hermanos, para suceder el trono de su padre, el rey David. Desafortunadamente, fue el último rey que reinó sobre Israel antes de que fuera dividido. Te invitamos a descubrir la historia de este rey tan sabio, y los acontecimientos que giraron en torno a su vida.
Salomón era el hijo de David y Betsabé, y fue producto de la unión adúltera entre el salmista y la esposa de Uri, un soldado del ejército de Israel. Sin embargo, esto no le afectó negativamente en los años posteriores, ya que fue precisamente él quien sucedió a su padre en el trono. Salomón es bastante conocido en la Biblia por haber sido el rey más rico y sabio de todos los tiempos. Por ejemplo, podemos recordar en particular, el famoso juicio para dar respuesta a dos madres que peleaban por un recién nacido. Por otro lado, la Biblia nos dice que durante su reinado: “Él hizo que la plata y el oro fueran en Jerusalén tan comunes como las piedras, y la madera de cedro tan abundante como los sicómoros de la Sefelá” (2 Crónicas 1:15), y que él fue el autor del libro de los Proverbios, Eclesiastés y el Cantar de los Cantares. Sin embargo, al final de su vida, personas extranjeras, dentro de las cuales se incluyen sus 1000 esposas, lograron que su corazón se desviara de Dios para adorar a sus ídolos.
“Dios respondió a Salomón: «Ya que me haces esta petición y no reclamas riquezas, ni posesiones, ni gloria, ni la muerte de tus enemigos, ni tampoco una larga vida, sino que pides sabiduría e inteligencia para juzgar a mi pueblo, del cual te he constituido rey, por eso te son concedidas la sabiduría y el entendimiento, y además te daré riquezas, posesiones y gloria, como no las tuvo ninguno de los reyes antes de ti, ni las tendrá ninguno después de ti»” (2 Crónicas 1:11-12).
“Y el Señor cumplió la palabra que había dicho: yo he sucedido a mi padre David y me he sentado en el trono de Israel, como lo había dicho el Señor. Yo edifiqué la Casa para el nombre del Señor, el Dios de Israel”. (2 Crónicas 6:10)
“Que tus ojos estén abiertos día y noche sobre esta Casa, sobre el lugar del que dijiste que allí residiría tu Nombre. ¡Escucha la oración que tu servidor dirige hacia este lugar! ¡Escucha desde tu morada en el cielo, escucha y perdona!” (2 Crónicas 6:20-21).
“Entonces el Señor se apareció a Salomón durante la noche y le dijo: «He oído tu oración y he elegido este lugar como Templo para los sacrificios. Cuando yo cierre el cielo y no haya lluvia, cuando ordene a la langosta que devore el país, cuando envíe a mi pueblo la peste, si mi pueblo, el que es llamado con mi Nombre, se humilla y súplica, si busca mi rostro y se convierte de sus malos caminos, yo escucharé desde el cielo, perdonaré su pecado y haré que su país se restablezca”. (2 Crónicas 7:12-14)
“La reina de Sabá oyó hablar de la fama de Salomón, y fue a ponerlo a prueba, proponiéndole unos enigmas. Llegó a Jerusalén con un séquito imponente, con camellos cargados de perfumes, de gran cantidad de oro y de piedras preciosas. Cuando se presentó ante Salomón, le expuso todo lo que tenía pensado decirle. Salomón respondió a todas sus preguntas: no hubo para él ninguna cuestión tan oscura que no se la pudiera explicar”. (2 Crónicas 9:1-2)
“El rey Salomón amó a muchas mujeres, además de la hija del Faraón: mujeres moabitas, amonitas, edomitas, sidonias e hititas, es decir, de esas naciones de las que el Señor había dicho a los israelitas: «No se unan a ellas, y que ellas no se unan a ustedes; seguramente les desviarán el corazón hacia otros dioses». Pero Salomón se enamoró de ellas.Tuvo setecientas mujeres con rango de princesas y trescientas concubinas, y sus mujeres le pervirtieron el corazón”. (1 Reyes 11:1-3)
“El Señor se indignó contra Salomón, porque su corazón se había apartado de él, el Dios de Israel, que se le había aparecido dos veces y le había prohibido ir detrás de otros dioses. Pero Salomón no observó lo que le había mandado el Señor. Entonces el Señor dijo a Salomón: «Porque has obrado así y no has observado mi alianza ni los preceptos que yo te prescribí, voy a arrancarte el reino y se lo daré a uno de tus servidores. Sin embargo, no lo haré mientras tú vivas, por consideración a tu padre David: se lo arrancaré de las manos a tu hijo. Pero no le arrancaré todo el reino, sino que le daré a tu hijo una tribu, por consideración a mi servidor David y a Jerusalén, la que yo elegí»” (1 Reyes 11:9-13).