“En él hemos sido redimidos por su sangre y hemos recibido el perdón de los pecados, según la riqueza de su gracia” (Efesios 1:7).
“Pablo, Apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, saluda a los santos que creen en Cristo Jesús. Llegue a ustedes la gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.
Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bienes espirituales en el cielo,
y nos ha elegido en él, antes de la creación del mundo, para que fuéramos santos e irreprochables en su presencia, por el amor.
Él nos predestinó a ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, que nos dio en su Hijo muy querido.
En él hemos sido redimidos por su sangre y hemos recibido el perdón de los pecados, según la riqueza de su gracia, que Dios derramó sobre nosotros, dándonos toda sabiduría y entendimiento.
El nos hizo conocer el misterio de su voluntad, conforme al designio misericordioso que estableció de antemano en Cristo, para que se cumpliera en la plenitud de los tiempos: reunir todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, bajo un solo jefe, que es Cristo”. (Efesios 1:1-10).
-Versión: el libro del Pueblo de Dios
En su carta a los Efesios, San Pablo nos instruye sobre las riquezas de la gracia que se nos concede como hijos e hijas de Dios. Concretamente, en el versículo 7, nos explica que esta gracia de ser "santos e irreprochables ante Dios" se obtiene mediante la sangre de Jesús, es decir, mediante el sacrificio de su vida, que fue ofrecida para la redención de nuestros pecados.
De este modo, el sacrificio de Cristo nos asegura una reconciliación con Dios, y una nueva vida por medio de la gracia divina que el hombre había perdido a causa del pecado. A decir verdad, podemos recibir esta condición de "hijos adoptivos" a través del bautismo, sabiendo que la redención de los pecados se concede a aquellos que se arrepienten y creen en Jesús; además, esta redención se renueva a lo largo de la vida cristiana, cada vez que pedimos perdón a Dios, practicando el sacramento de la reconciliación.
De este modo, la palabra de San Pablo causa una gran alegría en nosotros los cristianos, al recordar que, ¡en Cristo tenemos la redención por su sangre y el perdón de nuestros pecados!... Esto nos asegura, de forma absoluta y definitiva, que ¡todas nuestras faltas son perdonadas, siempre y cuando nos arrepintamos de todo corazón!
Cristo nos asegura la redención y nos da acceso a la gracia de ser "hijos de Dios" por medio del sacrificio de su vida y su sangre preciosa derramada en la cruz. Por eso, Hozana te invita a orar y pedir perdón por las faltas cometidas, a través de estas comunidades en línea en torno a Jesús:
¡Ven y déjate llenar del amor de Jesús con Hozana!