“Por el contrario, viviendo en la verdad y en el amor, crezcamos plenamente, unidos a Cristo. Él es la Cabeza” (Efesios 4:15)
“7 Sin embargo, cada uno de nosotros ha recibido su propio don, en la medida que Cristo los ha distribuido.
8 Por eso dice la Escritura: "Cuando subió a lo alto, llevó consigo a los cautivos y repartió dones a los hombres".
9 Pero si decimos que subió, significa que primero descendió a las regiones inferiores de la tierra.
10 El que descendió es el mismo que subió más allá de los cielos, para colmar todo el universo.
11 Él comunicó a unos el don de ser apóstoles, a otros profetas, a otros predicadores del Evangelio, a otros pastores o maestros.
12 Así organizó a los santos para la obra del ministerio, en orden a la edificación del Cuerpo de Cristo,
13 hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto y a la madurez que corresponde a la plenitud de Cristo.
14 Así dejaremos de ser niños, sacudidos por las olas y arrastrados por el viento de cualquier doctrina, a merced de la malicia de los hombres y de su astucia para enseñar el error.
15 Por el contrario, viviendo en la verdad y en el amor, crezcamos plenamente, unidos a Cristo. Él es la Cabeza,
16 y de él, todo el Cuerpo recibe unidad y cohesión, gracias a los ligamentos que lo vivifican y a la acción armoniosa de todos los miembros. Así el Cuerpo crece y se edifica en el amor” (Efesios 4:7-16).
-Versión: el libro del Pueblo de Dios
En su epístola a los Efesios, San Pablo detalla la posición de cada creyente y de la Iglesia como "cuerpo místico de Cristo", y nos precisa que Cristo es la cabeza de este cuerpo, y que por medio Él fluyen todos los dones necesarios para edificar la "unidad de los creyentes en la fe" y el "pleno conocimiento del Hijo de Dios".
Concretamente en el versículo 15, San Pablo declara el objetivo final del cuerpo de Cristo, es decir, de la Iglesia, el cual es ¡que cada miembro crezca plenamente en todos los aspectos para vivir la misma vida de Cristo!, y, posteriormente nos indica que esto solo puede lograrse al vivir en la verdad del amor.
El Salmo 85 dice: “El Amor y la Verdad se encontrarán” ... En este pasaje bíblico, la verdad y el amor aparecen como dos elementos constitutivos de la vida cristiana, por lo cual se establece una relación entre ellos, al afirmar que cada uno va de la mano del otro para poder ser expresados plenamente y que nos conduzcan a Cristo. Sabemos que, "la verdad de Dios se ha expresado plenamente en Jesucristo" (CEC, 2465), y esto lo podemos ver cuando el mismo Jesús nos dijo: “Yo soy la Verdad y la Vida”. En otras palabras, seguir a Jesús es vivir guiados por el Espíritu de Verdad.
Respecto al amor, se puede decir que es la esencia o la naturaleza misma de Dios, y todos estamos llamados a vivir en él. De hecho, en su Himno al Amor, San Pablo expresa claramente la necesidad innegable del amor, al decir: “Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe”. Con estas palabras, el apóstol desea que cada creyente crezca en todas las áreas hasta alcanzar la estatura de Cristo, mientras vive el verdadero amor, como hijos de Cristo, y no como los niños inmaduros que son zarandeados y arrastrados por los errores del mundo.
Para vivir en la verdad del amor, como nos pide San Pablo en su carta a los Efesios, Hozana te propone explorar estas hermosas comunidades de oración en línea en torno al amor. Por ejemplo, puedes:
¿Qué esperas?: ¡ven y vive el amor y la verdad de Cristo con Hozana!