Aunque se dice que el Fogoso Pablo o Saulo de Tarso era romano, también se sabe que tenía una educación judía y que era un fariseo bastante intransigente y fiel a la ley. De hecho, los principales sacerdotes de la Sinagoga le habían ordenado destruir a los discípulos de Jesús. Sin embargo, cierto día, mientras iba a Damasco persiguiendo a algunos cristianos, el propio Cristo lo hizo caer del caballo y rendirse a sus pies. Esto sucedió luego de ver un resplandor que lo dejó ciego, y lo hizo entender que Jesús es Dios, y ¡su amor es gratuito e incondicional!... Fue así como después de este encuentro cara a cara con Dios, el judío judaizante tuvo una transformación sorprendente, convirtiéndose en el apóstol de los gentiles: ese que defendía fielmente la doctrina de la ley, pasó a abolir la circuncisión para los no judíos y liberó a los gentiles de las ataduras legales... Cabe destacar que, en tan solo tres años, Pablo dio a conocer a Cristo en toda Asia Menor y difundió la Buena Nueva por todo el mundo.
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Pablo de Tarso nació a principios del siglo I, y aunque muchos lo llaman "el apóstol Pablo", debemos tener en cuenta que él no era uno de los doce discípulos de Cristo. Además, su entrada en la historia del cristianismo tampoco fue inmediata, pero esto no impidió tener un testimonio deslumbrante y pasar a ser una figura importante para los cristianos, al considerarse como uno de los pilares de la Iglesia, junto a Pedro.
Pablo, que entonces se llamaba Saulo, era descendiente de una familia noble de Tarso (una región de Cilicia, actual Turquía). Su familia seguía fielmente las leyes hebreas, e incluso, el mismo Pablo fue educado en la ciudad de Jerusalén. De este modo, como ferviente practicante del judaísmo, Saulo no podía concebir la existencia del cristianismo, que en aquel entonces se consideraba como una nueva “superstición”, y se unió activamente a las represiones contra los practicantes de esta religión. También se dice que Saulo presenció la lapidación de San Esteban.
"Seguramente ustedes oyeron hablar de mi conducta anterior en el judaísmo: cómo perseguía con furor a la Iglesia de Dios y la arrasaba". (Gálatas 1, 13)
Según el libro de los Hechos de los Apóstoles de San Lucas, un día Pablo iba camino a Damasco con el objetivo de encontrar discípulos de Cristo y traerlos encadenados a Jerusalén.
“Y mientras iba caminando, al acercarse a Damasco, una luz que venía del cielo lo envolvió de improviso con su resplandor. Y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?». El preguntó: «¿Quién eres tú Señor?». «Yo soy Jesús, a quien tú persigues, le respondió la voz. Ahora levántate, y entra en la ciudad: allí te dirán qué debes hacer»" (Hechos 9: 3-6).
Después de esta aparición, Saulo se quedó ciego durante tres días. Al llegar a la ciudad, fue visitado por Ananías de Damasco, a quien el señor le había dicho: "«Ve a buscarlo, porque es un instrumento elegido por mí para llevar mi Nombre a todas las naciones, a los reyes y al pueblo de Israel. Yo le haré ver cuánto tendrá que padecer por mi Nombre»". Ananías obedeció la voz de Dios y le impuso las manos diciendo: "«Saulo, hermano mío, el Señor Jesús –el mismo que se te apareció en el camino– me envió a ti para que recobres la vista y quedes lleno del Espíritu Santo»"
Saulo fue llamado Pablo, y nació de nuevo como hijo de Dios y hermano de Cristo.
Tras su conversión, el apóstol Pablo comenzó a evangelizar, tal como se lo había pedido Jesucristo, y pasó a ser "el apóstol de los gentiles". La palabra "gentil" es una traducción del término hebreo "Goyim", que significa "nación", y que en este caso hace referencia a los no judíos. En ese orden de ideas, Pablo era el apóstol de aquellos que se consideraban como paganos. Cabe anotar que muchas comunidades de "gentiles" acogieron el judaísmo hasta cierto punto, sin seguir necesariamente todas sus costumbres tradicionales.
Respecto a sus viajes misioneros, se saber que Pablo, Inspirado por el Espíritu Santo, realizó tres grandes viajes evangelísticos. El primero lo hizo acompañado de Bernabé, y juntos, los dos apóstoles proclamaron el evangelio en Chipre y Asia Menor. También predicaron la palabra de Cristo a los “Temerosos de Dios”, un grupo de gentiles de la sinagoga de Antioquía que se había reunido en Pisidia. De hecho, su éxito con estas comunidades provocó la ira de las autoridades, por lo que fueron expulsados de la ciudad.
Durante el segundo viaje, Pablo atravesó la región de Macedonia para visitar diferentes ciudades, y su éxito con los paganos fue rotundo. En uno de sus viajes llegó a Corinto y allí permaneció un año, antes de partir hacia Antioquía.
Si bien es cierto que tras su paso se iban formando poco a poco algunas iglesias cristianas, también es cierto que al mismo tiempo iban surgiendo conflictos y oposiciones incluso dentro de las comunidades de convertidos: de hecho, Pablo tuvo que enfrentar varias dificultades internas, relacionadas con sus propias iglesias, y otras relacionadas con factores externos. Aun así, su misión no se detuvo, por lo que regresó a Asia Menor y enseñó en Éfeso durante dos años, pco tiempo después volvió a visitar las comunidades e iglesias en las ciudades que había evangelizado (Corinto, Filipos y Cesarea), antes de decidir volver nuevamente a Jerusalén, aun sabiendo el riesgo que esto implicaba: a decir verdad, sus acciones habían provocado la ira de las principales autoridades judías, al considerar que Pablo había profanado el Templo. Por tal razón fue apresado, y tuvo que reivindicar su condición de ciudadano romano para evitar ser juzgado (y ejecutado) en las ciudades de Judea, donde estuvo prisionero durante dos años. Posteriormente fue trasladado a Roma, en donde padeció por muchos años hasta morir... Cabe anotar que poco es lo que se sabe sobre el final de la vida del apóstol San Pablo, únicamente es seguro que pasó los últimos años de su vida en cautiverio. Además, la tradición cuenta que después de largos años de viajes evangelísticos, finalmente fue ejecutado en Roma.
“Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada”. (1 Corintios 13, 2)
La evangelización de san Pablo no se limitó a sus muchos y largos viajes, pues luego de lograr la conversión de muchas comunidades paganas, y abrir diversas iglesias (ekklesia) en diferentes partes de Asia Menor, el apóstol se mantuvo en contacto con ellas a través de una serie de cartas (epístolas) que forman casi la mitad del texto del Nuevo Testamento. Las cartas que se le atribuyen (a él o a su discípulo) son: las cartas a los Tesalonicenses, la carta a los Gálatas, la carta a Filemón, la carta a los Romanos (la más larga), las cartas a los Corintios y la carta a los Filipenses.
Las Epístolas de Pablo también tienen el objetivo de solidificar la unidad dentro de las comunidades cristianas primitivas, justo en el momento en que muchos conflictos comenzaban a formarse e intensificarse. Además, las cartas describen de forma más concreta las expectativas hacia los pueblos cristianos, especialmente en lo que respecta a la organización de la congregación, el plan de Dios y la ley de Moisés, causa de mucho debate y desacuerdos entre los propios discípulos.
El apóstol de los gentiles afirma que el Señor mismo le confió la misión de ir por la conversión de los paganos, así como el apóstol Pedro estuvo a cargo de la conversión de los judíos. A decir verdad, esto originó de cierto modo una forma de división entre los judeocristianos y los cristianos de origen pagano (Pablo prefería el apelativo de "circuncisos" e "incircuncisos" para designar estas comunidades).
No se puede negar que la principal dificultad para lograr la universalidad cristiana radica en el respeto de las leyes de Moisés que los "circuncisos" siempre respetaban, mientras que los "incircuncisos", por definición, no necesitaban cumplir. Toda la dificultad de la misión evangelizadora de los testigos y discípulos de Cristo se debe a una falta de homogeneidad en los primeros tiempos del cristianismo. De hecho, la tensión existente entre Pedro y Pablo, los dos pilares de la Iglesia, nos permitieron tener un anticipo de los principales desafíos ecuménicos de la Iglesia de Cristo. El mismo Pedro, uno de los grandes líderes de las primeras comunidades cristianas, inicialmente se mostró reacio a la conversión y bautismo de los paganos (que no respetaban las reglas de alimentación de Moisés). Sin embargo, una visión de Cristo le hizo comprender que no podía “negar el agua del bautismo a los que recibieron el Espíritu Santo como nosotros? ( los fieles circuncidados)»” (Hechos 10:47).
Es así que Iglesia de Antioquía pidió a Pablo encargarse de la cuestión de dar acceso al cristianismo a los paganos que no respetan las costumbres judaicas. De este modo, el concilio, que se llevó a cabo en Jerusalén, concluyó que no era necesario poner obstáculos a los paganos para vivir en la casa de Cristo. En su carta a los Gálatas, Pablo incluso declara que confrontó a Pedro directamente: "«Si tú, que eres judío, vives como los paganos y no como los judíos, ¿por qué obligas a los paganos a que vivan como los judíos?»" (Gálatas 2:14) y le reprochó por no compartir su mesa con los paganos convertidos, sin duda para no “ofender” a los judeocristianos.
Por otro lado, si bien es cierto que las palabras de Pablo en la Epístola a los Gálatas son muy fuertes, y en ocasiones hasta revelan cierto enojo, también es cierto que el contenido de la carta nos recuerda una noción fundamental del cristianismo: “No es mediante la práctica de la ley de Moisés que el hombre se vuelve justo ante Dios , es solo por la fe en Jesucristo”. La fe en Jesús es el principal símbolo de comunión entre todos los discípulos de Cristo.
Por último, se puede decir que la vida y las cartas de san Pablo son una hermosa ventana abierta a la historia de la creación de una Iglesia universal, lo cual incluye sus dificultades y su progreso.
Del mismo modo que el apóstol Pablo y Pedro, nosotros también estamos llamados a irradiar el amor de Dios y compartir la Buena Nueva de salvación con los que los rodean, por eso Hozana te propone diversas comunidades de oración para descubrir cómo cada uno de nosotros puede ser testigo de Cristo en su día a día:
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