"El dolor no es tristeza, que es una enfermedad peor que cualquier otra": este es el mensaje de Pier Giorgio, un jóven quien prefirió sacrificar su gran amor humano por servir a Jesús. Era bromista por naturaleza, amaba la montaña y las fiestas alegres con sus amigos, pero sobre todo, ¡era un hombre con un gran corazón!: de hecho, regalaba cosas a los pobres a escondidas de sus padres ricos; su generosidad incluso lo llevaba a regalar sus zapatos, si no tenía nada más consigo en el momento. Un día, mientras visitaba a un paciente necesitado que padecía poliomielitis, contrajo la terrible enfermedad que acabó con su vida una semana después, a la edad 24 años: ¡todo el pueblo de Turín estuvo en el funeral! y su ejemplo de vida hizo que Juan Pablo II lo canonizara e hiciera patrono de La Jornada Mundial de la Juventud (JMJ).
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Pier Giorgio Frassati nació el 6 de abril de 1901 en Turín, en el seno de una familia perteneciente a la alta burguesía italiana. Su padre, Alfredo Frassati, director del reputado periódico La Stampa, era agnóstico, por lo que negaba la existencia de Dios. Su madre, Adelaida, era pintora y dedicaba sus días principalmente a sus creaciones. A decir verdad, sus padres no le daban muchos elogios a Piere, sino que continuamente le reprochaban su mediocridad y falta de inteligencia.
En 1913, Pier Giorgio reprobó sus exámenes y fue enviado a un colegio de jesuitas, lo cual le permitió desarrollar su espiritualidad: a los 13 años ya tenía una vida espiritual personal, que amaba compartir con sus amigos, y desbordaba de amor y devoción a la Santísima Virgen y al Santísimo Sacramento. De hecho, se unió al grupo del "Apostolado de la Oración" y a la “Compañía del Santísimo Sacramento” para seguir creciendo en su fe. De esta manera, sus días se acordaban al compás de la oración, que el joven hacía especialmente por la mañana y por la noche. Orar le permitía a Pier Giorgio llenarse de fe, energía y alegría para mantenerse animado frente a la hostilidad que vivía, especialmente con sus padres. Por ejemplo, al expresar su deseo de convertirse en sacerdote, ellos simplemente lo llenaron de reproches y lo desanimaron, pues no eran conscientes de la riqueza de su vida espiritual
En 1918, el jóven aprobó los exámenes y logró entrar a la Escuela Politécnica de Turín para convertirse en ingeniero. Al mismo tiempo, como en su corazón latía la idea de servir, se inscribió en la Conferencia de San Vicente de Paúl para ayudar a los soldados desamparados después de la guerra. También se unió a las Milicias de María y a la Tercera Orden Dominicana. Sus estudios y su vida espiritual también se acompañaban de constantes excursiones a la montaña con sus amigos, pues Pier era un joven lleno de energía, y su pasión terrenal era el alpinismo. Cabe destacar que, durante sus años de estudio, Pier nunca dejó de ayudar a los pobres y necesitados, y tampoco faltó a ninguna de sus citas, incluso cuando hubo la epidemia de gripe española. De hecho, fue durante una de sus visitas a los pobres que contrajo poliomielitis, esta terrible enfermedad que le arrebató rápidamente su vida.
Fue el martes 30 de junio de 1925, mientras paseaba con dos amigos, que Pier Giorgio comenzó a sentir un fuerte dolor en los músculos de la espalda. Luego, al volver a casa, sintió un intenso dolor de cabeza. Dos días más tarde, llamaron al médico, y se comprobó que sus reflejos ya no funcionaban correctamente, por lo que le diagnosticaron poliomielitis infecciosa aguda. A decir verdad, Pier Giorgio experimentó un gran sufrimiento durante esos días. No obstante, entregó su dolor a Jesús sin quejarse. El 4 de julio, el jóven recibió los últimos sacramentos, luego de haber tenido una crisis bastante grave, causada por la enfermedad que le aquejaba. Finalmente, y tras una dolorosa agonía, Pier Giorgio murió rodeado de su familia, mientras oraba diciendo estas palabras: "Haced que muera en paz, en vuestra santa compañía". Fue así como el Señor acogió en el Cielo, a ese intrépido joven que, poco antes de su devastadora enfermedad, dijo al chófer de su padre: "Me gustaría ser viejo para poder ir al Cielo más rápidamente".
En 1981, durante la apertura del proceso de beatificación, su cuerpo fue exhumado, lo cual permitió constatar que aún se conservaba intacto "el hombre de las ocho bienaventuranzas". Posteriormente, fue trasladado a la Catedral de San Juan Bautista de Turín. En 1987, fue declarado venerable, y el 20 de mayo de 1990 fue beatificado por Juan Pablo II, quien lo nombró “el hombre de las ocho bienaventuranzas”. Además, Pier Giorgio fue proclamado como el patrono de los jóvenes y de los montañeros.
El milagro que abrió la causa de beatificación de Pier Giorgio Frassati fue la curación de Domenico Sellan en 1933: este hombre padecía de tuberculosis ósea terminal. Estando en su cama enfermo, un sacerdote le trajo una imagen de Pier Giorgio y una oración, que Domenico rezó con bastante fe. Poco después, los médicos confirmaron su recuperación completa y definitiva, que le permitió vivir 35 años más, después de que ocurrió ese gran milagro.
En 2011 se produjo el segundo milagro, el cual está siendo examinado en el Vaticano para la apertura del proceso de canonización: se trata de la curación de Kevin Becker, un jóven de 21 años que tenía grandes habilidades para el fútbol, y que sufrió una gravísima lesión en la cabeza al caerse del tejado de la escuela. Este accidente le ocasionó daños severos en el cerebro, por lo que fue puesto en coma inducido. De hecho, los médicos decían que las posibilidades de sobrevivir eran muy bajas y que la recuperación de la lesión era totalmente imposible. Sin embargo, a pesar del terrible diagnóstico, un amigo de la familia les aconsejó rezar a Pier Giorgio por la sanidad del jovencito. Sorprendentemente, el jóven comenzó a dar indicios de recuperación poco después de que la familia empezara a rezarle: dos semanas después del accidente ya estaba de vuelta en casa, y en la actualidad tiene una vida normal, sin ninguna secuela, e incluso ¡sigue jugando fútbol, como tanto le gusta!
Los escritos de Pier Giorgio están constituidos principalmente por unas 350 cartas que fueron escritas a sus amigos y familiares, que se lograron recuperar luego de su partida. Estos escritos nos permiten descubrir el corazón de Pier Giorgio y muestran a un joven lleno vida y que testifica de la profunda alegría que le causaba el ser católico: “Me preguntas si soy feliz; ¿Y cómo no podría ser? ¡Mientras la fe siempre me dé fuerza gozosa! Todo católico no puede sino ser alegre: la tristeza debe ser prohibida por las mentes católicas; El dolor no es tristeza, que es una enfermedad peor que cualquier otra”. Pier siempre motivaba, a sus amigos y a los pobres que visitaba, a poner a Dios en el primer lugar en sus vidas: “La sociedad moderna se hunde en los dolores de las pasiones humanas y se aleja de todo ideal de amor y paz. Vosotros y nosotros, los católicos, tenemos que llevar el soplo de bondad que solo puede nacer de la fe en Cristo”
A continuación, algunas hermosas citas de Pier Giorgio Frassati que su hermana Luciana logró recoger y plasmar en su libro Los días de su vida:
"De ti mismo no harás nada, pero si tienes a Dios como centro de todas tus acciones, entonces alcanzarás la meta".
“Con la caridad se siembra en los hombres la paz, pero no la paz del mundo, sino la verdadera paz que solo nos puede darla fe de Cristo hermanándonos”
“La fe nos da fuerzas para soportar las espinas con las que está tejida nuestra vida”
“La vida de los honestos es la más fácil, pero es la más breve para alcanzar el cielo”
“Vivir sin fe, sin un patrimonio que defender, sin mantener una lucha por la verdad no es vivir, sino ir tirando”.
A continuación, otras palabras del Beato cuado era niño:
Un día, cuando su padre le cerró la puerta a un mendigo, el jóven fue corriendo a su madre y le dijo “Mamá, hay un pobre que tiene hambre, y papá no le ha dado de comer, quizá Jesús nos lo ha enviado”. Ella, conmovida le respondió: “Sal fuera y dile que suba, que le daremos de comer”.
En otra ocasión le preguntó a la criada: "¿No darías tu vida para detener la guerra? Bueno, yo daría mi vida hoy mismo”
“Oh, Padre, tú has dado al joven Pier Giorgio Frassati la dicha de encontrar a Cristo y de vivir con coherencia su fe al servicio de los pobres y enfermos; por su intercesión haz que también nosotros subamos, como él, por los senderos de las bienaventuranzas evangélicas y que imitemos su generosidad, para difundir en la sociedad el espíritu del Evangelio.
Por Cristo, nuestro Señor.
Amén”.
“Señor Jesús,
Danos el valor para volar alto, para escapar de la tentación de la mediocridad y la banalidad; haznos
capaces, como Piergiorgio, de aspirar a cosas más grandes con su tenacidad y perseverancia y de acoger con alegría su invitación a la santidad.
Líbranos del miedo a no tener éxito y de la falsa modestia de no sentirnos capaces.
Concédenos la gracia que te pedimos por intercesión de Piergiorgio y la fuerza para continuar fielmente en el camino que nos conduce "hacia lo alto",
Por Jesucristo nuestro Señor. Amén”.