Brígida Birgersdotter nació en la finca de Finsta, al oeste de la ciudad de Norrtälje (Suecia), en el año de 1303. Sus padres eran creyentes fervorosos que pertenecían a familias nobles cercanas a la Casa Real Sueca. En 1318, contrajo matrimonio con Ulf Gudmarson, gobernador de un territorio bastante importante en Suecia y juntos tuvieron ocho hijos, entre los cuales encontramos a Santa Catalina de Suecia.
Brígida tuvo como padre espiritual a un religioso erudito, quien la encaminó hacia el estudio de las Escrituras. Esto le permitió tomar la decisión de fundamentar su familia en la santidad; para lograr dicho fin, ella y su esposo adoptaron la Regla de la Orden Franciscana Seglar. Durante su vida, Brígida se caracterizó por realizar obras de caridad con los más pobres, incluso, fundó un hospital para encargarse personalmente del cuidado de los enfermos.
Cabe destacar que, gracias a Brígida su esposo Ulf logró progresar espiritualmente. Por ejemplo, en 1341 hicieron juntos un largo peregrinaje. Poco tiempo después de su regreso, Ulf (se retiró en un monasterio) y posteriormente falleció, por lo que su esposa pudo consagrarse completamente a la vida religiosa, es decir, a la oración, la penitencia y las obras de caridad.
Para esto, se instaló en el monasterio circense de Alvastra, lugar donde comenzó a tener revelaciones divinas constantes, que sólo cesaron el día de su muerte. En 1346, Brígida fundó el convento de Vadstena (Suecia) e instituyó una nueva orden: la Orden del Santísimo Salvador, cuyas religiosas eran llamadas “brigidinas” y practicaban la Regla de San Agustin.
En 1349 Brígida realizó un peregrinaje a Roma, con motivos del gran jubileo de 1350, para solicitar la aprobación de su orden al santísimo papa, pues había sido establecida recientemente. Poco después, se radicó definitivamente en Roma, y allí se consagró a una vida de apostolado y oración durante veinte años. De hecho, su hija Catalina se unió a ella para acompañarla en la realización de sus obras.
Durante su vida, Brígida realizó numerosas peregrinaciones en Italia. Por ejemplo, fue a Asís, siguiendo los pasos de San Francisco, hacia quien tenía una especial devoción. Además, en 1731, Brígida cumplio su gran sueño: hacer un peregrinaje a la Tierra Santa, ocasión que aprovechó para recorrer Jerusalén y visitar todos los lugares santos de la ciudad. Estando allí, Brígida recibió algunas revelaciones sobre el nacimiento, la vida y la pasión tan dolorosa de Jesus. También tuvo revelaciones sobre la Sagrada Familia, la Santa Virgen y la Iglesia.
Cabe destacar que, desde la sede de San Pedro (Roma), Brígida trabajó incansablemente en el regreso del papa, quien en ese entonces se encontraba en Aviñón; no fue sino hasta después de su muerte que el papa Gregorio pudo regresar definitivamente a la ciudad eterna.
Brígida murió el 23 de Julio de 1373 en Roma, lugar donde fue enterrada temporalmente. Luego, en 1374, sus hijos Birger y Catalina la llevaron de vuelta a Suecia, al monasterio de Vadstena, sede de la orden religiosa que Santa Brígida fundó. Posterior a estos sucesos, la orden experimentó inmediatamente una notable expansión y vieron realizados muchos milagros. Finalmente, en 1391, el Papa Bonifacio IX canonizó a Brígida, y Juan Pablo II la proclamó copatrona de Europa junto a Santa Catalina de Siena y Edith Stein (Santa Teresa Benedicta de la Cruz). La fiesta de Santa Brígida de Suecia se celebra el 23 de julio.
Santa Brígida de Suecia es conocida por sus profecías y revelaciones místicas. Cuando tenía siete años, la Santísima Virgen se le apareció y le regaló una hermosa corona. A partir de entonces, decidió hacer todo por amor de Jesús, con el propósito de merecer tan bello regalo. Cuando tenía 11 años, Cristo se le apareció cubierto de sangre y lleno heridas. Ella, llorando de compasión, le dijo: "Oh Jesús, ¿quién te ha hecho tanto daño?", Jesús le respondió: "Son los que me rechazan y desprecian mi amor”. A partir de ese momento, Brígida hizo todo lo posible para consolarlo.
Las revelaciones celestiales de Santa Brígida han sido agrupadas en ocho libros, titulados Revelaciones Celestiales. A estos libros se añade una obra complementaria titulada Revelaciones Celestiales, Tomo 2: estos escritos son variados en términos de contenido y estilo. De hecho, en algunas ocasiones, estas revelaciones tienen forma de diálogo entre Brígida y una de las Tres Personas Divinas: la virgen María, los santos o los demonios. Otras veces, la santa relata una visión en particular, y, en ciertos momentos, las revelaciones cuentan lo que la Virgen María le reveló sobre la vida y los misterios de su Hijo. Cabe anotar que, San Juan Pablo II se refirió al valor de las Revelaciones de Santa Brígida,diciendo: “Al reconocer la santidad de Brígida, la Iglesia, sin pronunciarse sobre cada una de las revelaciones que tuvo, aceptó la autenticidad global de su experiencia interior”.
En las Revelaciones, se abordan con frecuencia dos temáticas principales:
Jesús habló a Santa Brígida en la Basílica de San Pablo Extramuros de Roma, a través de un crucifijo que aún está en el lugar. Allí, Jesús vino a confiarle las "Quince oraciones" que confirman la inmensidad de su martirio y sacrificio. Jesús dijo a Santa Brígida: "Recibí 5480 golpes en mi cuerpo. Si quieres honrarlos con alguna veneración, dirás 15 Padre Nuestro, 15 Ave María y las 15 oraciones que te enseñaré…”
Tanto estas "Quince Oraciones", como las promesas de Cristo que las acompañan (manuscritas por los monjes) fueron impresas en 1740 por el padre Adrien Parvilliers, de la Compañía de Jesús, con la aprobación, el permiso y el apoyo eclesiástico. En 1862, el Papa Pío IX las aprobó y recomendó su difusión "por el bien de las almas y por la pura verdad". Cabe destacar que Jesús también reveló a Santa Brígida siete meditaciones que deben ser recitadas diariamente, las cuales son comúnmente llamadas "Los siete Pater Noster".
En Hozana, puedes encontrar las Quince Oraciones de Santa Brígida de Suecia, los Siete Pater Noster y las promesas de Jesús que acompañan estas devociones.
“Bendito seas, Señor Dios, que viniste a la Virgen, dándole gozo a su alma y a todos sus miembros y que, con el gozo de todos los miembros de su cuerpo sin pecado, de Ella naciste.
Bendito seas, Señor Dios, que, después de tu ascensión alegraste a la Virgen María con frecuentes consolaciones y con tu consolación la visitaste.
Bendito seas, Señor Dios, que ascendiste el cuerpo y el alma de la Virgen María, tu Madre, a los Cielos y la honraste situándola junto a tu divinidad, sobre todos los ángeles.
Ten misericordia de mí, Señor, por sus ruegos e intercesión”.