Él era un pescador en el lago Tiberíades y Jesús lo hizo pescador de hombres, y aunque negó tres veces a quien más amaba en el mundo, Jesús le confió las llaves del Cielo. Pedro, el impulsivo que desenvainó la espada en el Huerto de los Olivos para defender a Jesús de los soldados, también tuvo miedo cuando un servidor lo reconoció como uno de sus seguidores, sin embargo, era consciente de su debilidad, y se sintió muy triste cuando negó al Maestro. Con el corazón destrozado, solo le quedaba su inmenso amor y la revelación de la Misericordia, la cual lo convertiría en una roca de humildad, cuya fidelidad lo llevó a derramar su sangre por el Señor. Por lo anterior, Dios lo bendijo y edificó su Iglesia sobre esta Roca.
(Descubre otros santos en la Guía de los santos de Hozana)
Simón Pedro es una de las figuras más importantes y emblemáticas de la historia del cristianismo: fue el primer nombre que apareció en la lista de los Doce Apóstoles de Jesús. Sin embargo, poco se sabe sobre su vida antes de seguir a Jesús, o incluso sobre el contexto exacto de su muerte. El consenso general parece indicar que Simon Bar-Jona (que significa: "hijo de Jona") era un judío nacido en Betsaida, que vivía en la casa de sus suegros en Cafarnaúm, cerca del lago Tiberíades, donde era pescador con su hermano Andrés. El Evangelio de San Lucas indica que también estuvo asociado con Juan y Santiago.
El encuentro de San Pedro con Jesús sucedió poco después del episodio de la tentación en el desierto, pero es narrado de manera algo diferente según los evangelios: por ejemplo, en los evangelios de Marcos y Mateo, Jesús caminaba por el mar de Galilea cuando vio a Simón y a su hermano Andrés en una barca (o lanzando las redes al agua), y les dijo: “Síganme, y yo los haré pescadores de hombres”. (Mateo 4:19; Marcos 1:17). Entonces los dos hermanos dejaron sus cosas y lo siguieron. Pero, en el Evangelio según San Lucas, Jesús había entrado en la ciudad de Cafarnaúm y había comenzado a sanar enfermos, incluso curó a la suegra de Simón. Posteriormente, mientras predicaba la Palabra a la orilla del lago donde estaba Simón, se subió a su barca y realizó un gran milagro: hizo que los pescadores pescaran una cantidad impresionante de peces, como nunca antes había sucedido. Al ver esto, Simón se arrodilló y dijo: "Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador", a lo que Jesús respondió: “No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres". (Lucas 5:10).
Finalmente, en el Evangelio de San Juan se narra que Andrés se había unido a Jesús, poco antes que su hermano. De hecho, él mismo llevó a Simón ante Jesús, quien al verlo le dijo: “Tú eres Simón, el hijo de Juan: tú te llamarás Cefas”, que traducido significa Pedro". (Juan 1:42). La palabra "Cefas" proviene del arameo, significa "roca". Cabe destacar que en este episodio de la Biblia en el que Jesús cambió el nombre de Simón es mucho más popular en el Evangelio de San Mateo. Fue así como Simón se convirtió en Pedro, y dejó todo para seguir a Cristo, sin dudarlo y sin ningún tipo de remordimiento. De hecho, más adelante Pedro se convertiría en uno de los discípulos más fervientes de Cristo.
"Aunque todos se escandalicen por tu causa, yo no me escandalizaré jamás". (Mateo 26:33)
En el capítulo 16 del Evangelio de Mateo, Jesús pregunta a sus discípulos quién creen que es el hijo del hombre. Pedro respondió primero y dijo sin vacilar: “¡Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo!". A decir verdad, su fe era tan inmensa que Cristo lo honró con la siguiente palabra:
"Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella". (Mateo 16:18).
La fe de Pedro y su confianza son el pilar de la Iglesia de Cristo. Sin embargo, esta fe tan poderosa no es inmune a la duda: de hecho, aunque Jesús lo designó como la piedra de su iglesia, y le entregó las llaves del paraíso, la Biblia también relata que Pedro estuvo involucrado en muchos conflictos. Por ejemplo, pocos momentos después de haber pronunciado las palabras citadas anteriormente, el impulso de su carácter lo llevó muy lejos: sucedió que mientras Jesús explicaba a los apóstoles la cercanía de su muerte, Pedro se negó a escucharlo, e incluso contradijo las afirmaciones de Cristo y fue severamente reprendido por Jesús, quien le dijo: “¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Tú eres para mí un obstáculo, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres".
Por otro lado, Pedro cometió muchos errores en otras ocasiones: aunque Jesús le dio la fuerza para caminar sobre el agua y seguirlo, él se asustó y comenzó a hundirse, por eso Jesús lo llamó “hombre de poca fe” (Mateo 14:31). Tengamos en cuenta que, aunque en muchas veces aseguró su infalible fidelidad al Señor, también negó tres veces ser discípulo de Cristo en poco tiempo (antes que cantara el gallo).
Respecto a Pedro, la Biblia lo describe detalladamente en los Evangelios como un hombre, en el sentido literal de la palabra: un ser humano, con sus fortalezas y debilidades, capaz de enojarse, perder la paciencia, cometer errores, etc. De hecho, fue precisamente Simón Pedro quien perdió la calma y cortó la oreja de un soldado que venía a arrestar a Jesús (Juan 18:12).
A decir verdad, podría decirse que Pedro era demasiado celoso cuando proclamaba fervientemente su fe, hasta el punto de cerrar los oídos a la palabra de Cristo, y que era demasiado propenso a dejarse vencer por las emociones y la duda. Tal vez todo eso sea cierto, pero igual nos sucede a todos nosotros, y no se puede negar que aunque sus emociones transtornaban su juicio, Pedro había sido constituido como una roca para la Iglesia. De hecho, Jesús no lo desafió a él como persona, sino su espíritu de duda y de miedo que le impedían cumplir el propósito de Dios.
En este orden de ideas, se puede decir que la piedra de la iglesia es una piedra totalmente humana: aunque las enseñanzas de Jesús conmovieron a Pedro, al punto de dejar todo para seguirlo, durante su camino como cristiano, cayó muchas veces, tuvo duda, se enojó, pero también hizo la voluntad de Dios, lo cual nos demuestra que un hombre con las mejores intenciones, siempre puede aprender de sus errores.
“Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas.
Te aseguro que cuando eras joven tú mismo te vestías e ibas adonde querías. Pero cuando seas viejo,
extenderás tus brazos, y otro te atará y te llevará adonde no quieras". (Juan 21:17-18).
No hay duda: el lugar de Pedro, el “príncipe de los Apóstoles”, es primordial en la tradición cristiana. Después de la ascensión de Jesús, durante Pentecostés, los discípulos recibieron el Espíritu Santo para que poder proclamar la palabra de Dios en todo el mundo y se les fue otorgado el don de hablar en otras lenguas. Al ver esto, una multitud quedó atónita y se le dificultaba creer que los Apóstoles estuvieran sobrios, sin embargo, Pedro tomó la palabra, dando así el primer discurso evangélico después de la partida de Cristo. A partir de ese momento, Pedro se convirtió en el portavoz de toda la comunidad cristiana, haciendo muchos milagros, entre los cuales podemos mencionar la curación de un paralítico (Hechos 3) y la resurrección de Tabitá (Hechos 9). Durante la ejecución de su ministerio, Pedro y los apóstoles compartieron la autoridad apostólica, pues todos habían recibido el Espíritu Santo por igual, y tenían el mismo poder para perdonar los pecados. Sin embargo, a menudo la Biblia nos muestra a Pedro tomando decisiones o hablando con autoridad, por ejemplo cuando propuso reemplazar a Judas con un nuevo apóstol (Hechos 1), o cuando declaró oficialmente la legitimidad de los "gentiles" dentro de la Iglesia de Cristo (aunque él mismo había expresado cierta reticencia sobre la cuestión en el pasado). Por otro lado, en los últimos años de su vida Pedro fue detenido por Herodes, enviado a prisión y luego liberado de su celda por un ángel (Hechos 10). La muerte de Pedro no se cuenta en la Biblia. En el libro de los Hechos, Pedro simplemente se fue "a otro lugar", sin dar más detalles al respecto. Sin embargo, la tradición cristiana nos dice que Pedro fue martirizado en Roma y crucificado boca abajo (por esto la Cruz de San Pedro se representa como la cruz de Cristo invertida). Además, se dice que su tumba se encuentra debajo de la Basílica de San Pedro en el Vaticano.
Cabe destacar que la tradición cristiana a menudo se representa a Pedro como el “primer papa” y el Vaticano considera que el hilo de sucesión de los papas se remonta directamente a él. De hecho, fue una figura importante en la primera sede apostólica en Antioquía. Además, en el área del arte, Pedro también es representado como una figura papal, por ejemplo, en el siglo XVII el pintor Rubens ilustró al apóstol Pedro vestido con un traje eclesiástico, sosteniendo las llaves del cielo en sus manos.
Resulta difícil no establecer fuertes lazos entre las vidas de San Pedro y San Pablo, pues a ambos se les cambió el nombre simbólicamente (Simón se conviertió en Pedro y Saulo se conviertió en Pablo) y fueron nombrados apóstoles de un grupo específico de personas (Pedro era el apóstol de los judíos y Pablo el apóstol de los gentiles). Del mismo modo, se sabe que, así como Pablo estaba acompañado por un discípulo (Lucas), a quien se le atribuye haber escrito un libro del Nuevo Testamento, a Pedro también lo acompañaba Marcos, reconocido por ser el compañero y traductor de Pedro. De hecho, en ocasiones se dice que su evangelio constituye las "memorias de Pedro". A decir verdad, la iglesia misma ha proclamado el vínculo estrecho entre estos dos hombres, a quienes se les llama "los dos pilares de la iglesia de Cristo". Finalmente, se cree que ambos martirios tuvieron lugar en Roma, y su fiesta se celebra el mismo día, el 29 de junio, al considerarse que los dos Apóstoles son inseparables. Además, el 18 de noviembre se celebra la dedicación de las basílicas romanas que están consagradas a Pedro y Pablo respectivamente.