Vivimos vidas estresantes (llenas de preocupaciones por el trabajo, carga mental, conflictos...) y muchos de nosotros sufrimos de angustia, más o menos intensa, la cual puede convertirse en trastornos de ansiedad. En cuanto a todos nuestros dolores, físicos o mentales, podemos hacer oraciones de sanación y entregárselos al Señor. De hecho, la oración es un remedio poderoso para el estrés y la ansiedad, los cuales, a menudo surgen de nuestra voluntad (e incapacidad) de controlarlo todo.
Dios, como un padre amoroso, nos invita a presentar nuestras vidas y problemas ante su presencia, y a confiar en Él. Como lo describe Charles Péguy en El pórtico del misterio de la segunda virtud, Dios podría decirnos con diversión, “Yo creo que quizá podríais sin grandes pérdidas dejar vuestros asuntos en mis manos, hombres sabios, porque quizá yo sea tan sabio como vosotros. Yo creo que podríais despreocuparos durante una noche y que al día siguiente ni encontraríais vuestros asuntos demasiado estropeados...”
Así que, oremos y pongamos todos nuestros miedos, preocupaciones y ansiedades a los pies del Señor, así como nos invita San Pablo: “No se angustien por nada, y en cualquier circunstancia, recurran a la oración y a la súplica, acompañadas de acción de gracias, para presentar sus peticiones a Dios. Entonces la paz de Dios, que supera todo lo que podemos pensar, tomará bajo su cuidado los corazones y los pensamientos de ustedes en Cristo Jesús.” (Filipenses 4: 6-7).
“Nada te turbe,
Nada te espante,
Todo se pasa,
Dios no se muda,
La paciencia
Todo lo alcanza;
Quien a Dios tiene
Nada le falta:
Sólo Dios basta.”
“En el silencio estoy completamente segura en ti,
Oh Señor Jesús, Tú, Salvador mío.
El silencio sosiega mis anhelos de ti,
Allí estoy protegida.
El silencio apaga la sed de mi alma,
Tú eres mi agua viva.
El silencio sacia el hambre de mi corazón,
Tú eres mi pan vivo.
El silencio detiene mis pensamientos,
Me abandono en ti.
El silencio tranquiliza mis actos,
Tú actúas en mí.
El silencio calma mis oídos
sólo deseo percibir tu Palabra.
El silencio apacigua mis ojos
Deseo verte y permanecer contigo.
El silencio me satisface en ti.”
“Providencia de mi Dios, admirable y divina Providencia, infinitamente ilustrada, que todo lo prevés y que todo lo provees, Providencia infinitamente sabia, que gobiernas todo con orden, peso y medida, te adoro en todas tus disposiciones.
Me abandono en ti sin reserva; pongo mi suerte en tus manos. Te confío el cuidado de mi cuerpo, de mi alma, de mi salud y de mi reputación; de mis bienes y de mi fortuna, de mi vida y de mi muerte, y sobre todo mi salvación eterna, con la firme persuasión de que en ninguna parte estaré mejor que en tus manos.
No quiero en adelante gobernarme más por mí misma, quiero dejarme gobernar en todo por la Providencia.
No quiero entregarme más a inquietudes inútiles ni a cuidados superfluos. Haciendo lo que Dios me ordena, confiaré a la Providencia el éxito de todas mis empresas y de todos mis trabajos; esperaré todo de su bondad y descansaré siempre en ella.
No emprenderé nada que no confíe a la Providencia, y en todas mis dificultades e inquietudes acudiré a ella como un recurso infalible. Pondré en ella toda mi confianza, esperando que me preservará de los males que temo o me dará la fortaleza de soportarlos con paciencia si me los envía y así me serán provechosos.
No temeré sino el único mal que es el pecado. Tendré siempre presente esta verdad, que todo lo que me sucede es una disposición y un efecto de la Providencia, convencida de que Dios cuida de mí como si fuera única en el mundo.
Así, tranquila en todo y contenta con todo, quiero vivir y morir bajo el imperio y las órdenes de la divina Providencia; no quiero apartarme de ella un solo instante, no trataré ni de apresurarla ni de posponerla, esperaré pacientemente los momentos que ella fije y determine; toda mi atención será estudiarla y seguirla hasta en las cosas más pequeñas.
Santa y amable Providencia, te doy gracias por todos los cuidados caritativos que has querido prodigarle a una criatura tan pequeña y débil como yo. Te ruego humilde e insistentemente que continúes prodigándomelos.
Conduce todos mis pasos, regula todas mis acciones, gobiérname en todos los momentos de mi vida; dispón de mí y de todo lo que me pertenece como te plazca, para tu mayor gloria y para mi salvación.
Amén.”
Si bien es cierto que vivimos en una sociedad en la que el estrés se ha generalizado, también es cierto que las ansiedades y preocupaciones de la gente son tan viejas como el mundo. No obstante, en toda la Biblia, se nos recuerda el amor y el cuidado paternal de Dios por nosotros, y la importancia de confiar en Él.
En nuestros momentos de angustia, es bueno elegir un versículo que nos llegue y repetirlo a lo largo del día. La Palabra de Dios actuará como un bálsamo reconfortante y calmante sobre nuestros corazones atribulados.
“El Señor es mi pastor,
nada me puede faltar.
El me hace descansar en verdes praderas,
me conduce a las aguas tranquilas
y repara mis fuerzas;
me guía por el recto sendero,
por amor de su Nombre.
Aunque cruce por oscuras quebradas,
no temeré ningún mal,
porque tú estás conmigo:
tu vara y tu bastón me infunden confianza.
Tú preparas ante mí una mesa,
frente a mis enemigos;
unges con óleo mi cabeza
y mi copa rebosa.
Tu bondad y tu gracia me acompañan
a lo largo de mi vida;
y habitaré en la Casa del Señor,
por muy largo tiempo.” (Salmo 23)
“Me acuesto en paz y en seguida me duermo,
porque sólo tú, Señor, aseguras mi descanso.” (Salmo 4:9)
“No temas, porque yo estoy contigo, no te inquietes, porque yo soy tu Dios; yo te fortalezco y te ayudo, yo te sostengo con mi mano victoriosa.” (Isaías 41:10)
“Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni teman!” (Juan 14:27)
“¿Qué diremos después de todo esto? Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?” (Romanos 8:31)
Únete a esta comunidad de oración y recibe reflexiones para que aprendas a confiar en Dios, y a ser fuerte durante los tiempos difíciles.
Pide a tu ángel de la guarda que te guíe y te ayude en todas tus dificultades del día; apóyate en este compañero que Dios te envió con esta comunidad de oración a tu ángel de la guarda.
Pide a Santa Rita las actitudes interiores necesarias en los tiempos difíciles. Pídele fortaleza, paz y esperanza con esta novena.
Pídele a Jesús que te libere de la ansiedad que te impide vivir como un hijo de Dios, libre y alegre, con la ayuda de esta novena de oración y sanación interior.