Entre las oraciones de sanación, hay oraciones para los dolores del alma, que se llaman oraciones de liberación. Estas oraciones, al rezarlas con fe y fervor, tienen como objetivo liberar al espíritu de todas las ataduras espirituales malignas que pueden dificultar, e impedirle vivir tranquilamente, en la paz y la luz de Dios. El mal puede entrar a través de heridas como la ira, el resentimiento, los traumas del pasado y las adicciones, sin embargo, no estamos solos en esta batalla espiritual que debemos librar. ¡Cristo, el vencedor de Satanás, ha venido a salvarnos y a liberarnos!
Los grupos de oración carismáticos de algunas parroquias ofrecen tiempos de oración para pedir la sanación y liberación. Para acompañar este proceso, es importante recurrir a los sacramentos, especialmente al sacramento de reconciliación (o confesión), y a la eucaristía.
“Santo Padre, te alabo y te bendigo por tu bondad y tu amor.
Te pido en el Nombre de Jesús, tu amado Hijo, mi Señor y Salvador,
que envíes tu Espíritu Santo sobre mí, con todos sus frutos y dones.
Santifica mi cuerpo y mi alma con tu presencia.
Concédeme una fuerte fe en ti y en tu palabra.
Dame la gracia de amarte con todo mi corazón
y ponerte en primer lugar en mi vida,
renunciando a todos mis ídolos, vicios, pecados y defectos.
En tu infinita Misericordia, ten compasión de mí que soy un pecador
y perdona mis faltas.
También perdono con todo mi corazón
a todos aquellos que me ofendieron durante mi vida.
Líbrame de todas las trampas y ataques del enemigo.
Que él no tenga ningún dominio sobre mí.
Líbrame de las seducciones del mundo
que me alejan de ti y de tu voluntad.
Líbrame de las debilidades de la carne que me empujan al pecado.
Cura mi cuerpo de todas las enfermedades
y mi mente de toda ansiedad, tristeza o perturbación.
Sabes bien que muchas cosas que he experimentado
desde el día en que fui concebido en el útero de mi madre
me han marcado negativamente.
Con la gracia del Espíritu Santo, sana ahora, santo Padre,
en mi corazón todas las heridas que encuentres en él,
especialmente aquellas que surgieron,
porque me sentí rechazado/a, abandonado/a, no amado/a o entendido/a,
víctima del odio, la envidia, la indiferencia y la maldad de los hombres.
Dame un corazón nuevo, como el corazón de Jesús:
amable, humilde, lleno de alegría y paz y rebosante de amor.
Que pueda comenzar una nueva vida hoy,
darle Gloria en todo lo que pienso, digo y hago,
y en esta peregrinación sea acompañado/a y ayudado/a por ti,
María, mi querida madre, y todos tus ángeles y santos.
Amén.”
“Señor Jesucristo, Verbo de Dios Padre,
Dios de toda criatura
que diste a tus santos apóstoles la potestad
de someter a los demonios en tu nombre
y de aplastar todo poder del enemigo;
Dios santo,
que al realizar tus milagros
ordenaste: “huyan de los demonios”;
Dios fuerte,
por cuyo poder
Satanás, derrotado,
cayó del cielo como un rayo;
ruego humildemente con temor y temblor
a tu santo nombre
para que, fortalecido con tu poder,
pueda arremeter con seguridad contra el espíritu maligno
que atormenta a esta criatura tuya.
Tú que vendrás a juzgar al mundo por el fuego purificador
y en él a los vivos y los muertos.
Amén.”
“Dios y Padre nuestro,
que nos ves quebrantados por nuestra fragilidad,
te rogamos suplicantes
por este hermano(a) nuestro (a) (se dice el nombre de la persona),
para que apartes de él (ella) el espíritu del mal
y lo (la) restituyas a la plena libertad de tus hijos
para que así, te alabe siempre
con la multitud de tus santos.
Por Cristo, nuestro Señor.
Amén.”
La Biblia, tanto en el antiguo como en el nuevo testamento, a menudo se refiere a las obras divinas de liberación. En varias ocasiones, Jesús dice palabras de autoridad para liberar a las almas torturadas por espíritus malignos.
"El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la buena noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor." (Lucas 4:18-19)
Ya en los salmos, entendemos que el Señor sólo desea nuestra libertad y viene a liberarnos de lo que impide que seamos libres.
"Los ojos del Señor están fijos sobre sus fieles, sobre los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y sustentarlos en el tiempo de indigencia." (Salmo 33: 18-19).
El libro del apocalipsis nos habla de la batalla entre el bien y el mal, en la que el arcángel San Miguel, jefe del ejército celestial, mató al dragón que atacaba a la Virgen. Por lo tanto, podemos pedir a San Miguel su intercesión para liberarnos de las fuerzas del mal.
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