Los misterios dolorosos forman parte de los veinte misterios (junto a los misterios gozosos, los misterios luminosos y los misterios gloriosos) en los cuales nos sumergimos con la oración del Rosario. Al recorrer cada cuenta del Santo Rosario, entramos en los momentos más difíciles de la vida de Jesús, es decir, en su pasión. Desde su agonía en el huerto de los Olivos hasta su muerte en la cruz, descubre la fuerza de este amor por la humanidad y las claves de la salvación que se nos ha ofrecido.
Los misterios dolorosos constituyen una de las categorías o series de misterios del Santo Rosario. De hecho, para cada uno de los cinco misterios dolorosos se reza 1 Padre Nuestro, diez Avemarías y un Gloria al Padre, es decir, una decena. Estos misterios, se rezan generalmente los días martes y viernes. Por su lado, el viernes se asocia tradicionalmente con la pasión de Cristo, lo cual conmemora el viernes santo. Durante la Cuaresma, estos misterios se pueden rezar el día domingo.
Para cada misterio:
Estamos invitados a leer el pasaje del Evangelio asociado con dicho misterio.
Luego rezamos un Padre Nuestro, diez Avemarías y un Gloria al Padre, meditando sobre el fruto asociado a este misterio y posiblemente llevando una intención especial de oración por los enfermos que conocemos, o por aquellos que están en prueba.
Él dijo: «Abba –Padre– todo te es posible: aleja de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya». (Marcos 14:36)
Fruto de este misterio: el arrepentimiento de nuestros pecados. Jesús debió ofrecerse a sí mismo para la salvación de los hombres y para la redención de nuestros pecados. A pesar de la angustia que sentía, él decidió obedecer la voluntad del Padre y redimir así la desobediencia original que pesa sobre nosotros.
Para empezar la decena, podemos decir: "Jesús, que agonizabas en el jardín de Getsemaní, completamente sujeto a la voluntad del Padre, te alabamos, te bendecimos y te adoramos”
Es posible completar las Avemarías con esta frase: "Y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús, agonizando en el jardín de Getsemaní".
Posteriormente terminamos con: "Gracias de la agonía de Jesús, desciendan sobre mi alma y háganla verdaderamente contrita y fiel a la voluntad de Dios.”
"Pilato, para contentar a la multitud, les puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado." (Marcos. 15:15)
Fruto de este misterio: el dominio de los sentidos. Estamos invitados a entender y dominar lo que nos puede llevar a pecar. Tengamos cuidado con lo que vemos, lo que escuchamos o con aquello a lo que a veces nos empujan nuestros deseos humanos.
"Jesús, cruelmente azotado por nuestros pecados de sensualidad e impureza, te alabamos, te bendecimos y te adoramos.”
Frase al final del Ave María: "Y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús, cruelmente azotado".
"Gracias de la flagelación de Jesús, desciendan sobre mi alma y háganla verdaderamente mortificada.”
"Los soldados tejieron una corona de espinas y se la pusieron sobre la cabeza. Lo revistieron con un manto rojo." (Juan 19:2)
Fruto de este misterio: la humildad y el perdón de nuestros pecados de orgullo. Así como nuestros sentidos pueden llevarnos al pecado, nuestro espíritu también. El orgullo es la fuente de muchos de los males de nuestra humanidad, que Jesús asumió por nosotros a través de la corona de espinas.
"Jesús coronado de espinas y ultrajado, te alabamos, te bendecimos y te adoramos.”
Frase al final del Ave María: "Y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús, coronado de espinas y ultrajado".
"Gracias del misterio de la coronación de espinas de Jesús, desciendan sobre mi alma y háganla verdaderamente contraria al mundo.”
"Jesús, cargando sobre sí la cruz, salió de la ciudad para dirigirse al lugar llamado «del Cráneo», en hebreo «Gólgota»." (Juan 19:17)
Fruto de este misterio: la paciencia en las pruebas. Jesús sufre, pasa enteramente por esta prueba, totalmente y es así como en la profundidad de nuestros sufrimientos, de nuestras pruebas, podemos encontrar a Jesús. Las pruebas no nos alejan de Él: ya Él está ahí para cargarnos, si lo deseamos.
"Jesús, con la cruz a cuestas, caminando hacia el Gólgota, te alabamos, te bendecimos y te adoramos.”
Frase al final del Ave María: "Y bendito es el fruto de tu vientre Jesús, que llevó su cruz a Gólgota".
"Gracias del misterio de la carga de la cruz, desciendan sobre mi alma y la háganla verdaderamente paciente.”
"Hacia las tres de la tarde, Jesús exclamó en voz alta: «Elí, Elí, lemá sabactani», que significa: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». Entonces Jesús, clamando otra vez con voz potente, entregó su espíritu." (Mateo. 27:46,50)
Fruto de este misterio: la sed por la salvación de las almas. Gracias a Jesús, la cruz ya no es un símbolo de condenación y sufrimiento, sino el símbolo de la salvación y la alegría de ser salvado.
"Jesús es clavado y murió en la cruz; Jesús con el corazón traspasado, te alabamos, bendecimos y adoramos.”
Frase al final del Ave María: "Y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús, clavado y muerto en la cruz".
"Gracias del misterio de la muerte y la pasión de Jesucristo, desciendan sobre mi alma y háganla verdaderamente santa.”
“Dios todo poderoso
que habéis sufrido la muerte
sobre el árbol de la cruz,
por nuestros pecados,
acompañadme,
Santa Cruz de Jesucristo,
ten piedad de mí.
Santa Cruz de Jesucristo,
rechazad de mi toda arma cortante y de fuego.
Santa Cruz de Jesucristo,
derramad sobre mi todo bien.
Santa Cruz de Jesucristo,
descartad de mi todo mal.
Santa Cruz de Jesucristo,
haced que alumbre el camino de la salud.
Santa Cruz de Jesucristo,
rechazad de mi todo atentado de muerte.
Santa Cruz de Jesucristo,
presérvame de accidentes corporales y temporales.
Que yo adore la Santa Cruz de Jesucristo por siempre;
Jesús de Nazaret crucificado, tened piedad de mí.
Haced que el Espíritu maligno y nocivo,
se aparte de mí, por los siglos de los siglos. Amén.”
Fuente: Aciprensa
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