La madre de Cristo, una tierna e inmaculada virgen, es también quien pone al dragón bajo sus pies. Su dulzura y humildad la convirtió en la reina del cielo y de los ángeles. Al estar cerca de ella, no le tememos a nada. "¡Mira la estrella, invoca a María!... No te extraviarás si la sigues, no desesperarás si la ruegas, no te perderás si en Ella piensas.”
En las situaciones difíciles, en las tormentas de nuestra vida, entreguémonos a María a través de estas oraciones de protección.
“¡Ven Virgen pura y bendita!. ¡Ven, Virgen María, madre mía!. Guerrera poderosa contra Satanás y los espíritus inmundos que me desean atacar y vencer. Guerrera de oración, guerrera apoyada por la corte de ángeles celestiales, guerrera sostenida por el Espíritu de Dios. Por la santísima trinidad elevada a la victoria contra el mal. ¡Ven Virgen pura y bendita!, poderosa madre del universo, ven y guerrea junto a mi, que me siento débil y frágil.
Apoyo mío! Virgen reina del cielo, mira que me atacan, me persiguen y me sobresaltan las cosas de este mundo. Protégeme de mí mismo, de mis tendencias al pecado, a caer por las insidias del maligno.
¡Guerrea conmigo! Poderosa Virgen inmaculada, virgen pura y bendita. Colócate en cada esquina de mi casa, de mi trabajo, de mis lugares de estudio o descanso, donde me encuentre, protégeme, sé tú mi fuerte, mi muralla y refugio. Vela por mi alma y mi cuerpo, acúname y rodéame con tu Santo Rosario poderoso y vencedor.
Guerrea a mi lado por los que desean hacerme daño; que tu pecho virginal sea mi escudo, tus manos fuentes de agua pura detengan a mis enemigos, tus ojos luces poderosas los alejen, tus palabras amorosas paralicen cualquier obra maléfica contra mi y mi familia. Tu corazón inmaculado me sostenga, tus pies benditos derroten al enemigo que me acecha.
Por el día, por la tarde y por la noche, seas tú ¡Oh! María mi guerrera, mi protección; alza tu poderoso manto, ¡Madre mía! y envuélveme en él. Que ahí estoy en el centro del sí. En el centro de la encarnación, en tu corazón inmaculado.
Ahí no tendré miedo, ¡Oh! Reina del cielo, desde ahí envuelto me llevas a las manos de Jesús. Confío en que haz escuchado mis plegarias, gran Intercesora, quédate conmigo guerrera de mi alma, quédate conmigo hasta que Dios me llame y acompáñame en ese trance, de tu mano no me sueltes y sonriendo me deleites.
Madre aquí, madre allá, madre Infinita del verbo encarnado, que nunca me aparte de tu lado, siempre de tu mano sostenido, siempre de tu mano protegido. Madre amada de mi alma, te venero, velo purísimo del cielo, Oh! Virgen gloriosa y bendita! anhelo de los mortales, amorosa guerrera mía. Amén.”
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“Oh María, bendice esta casa donde tu nombre siempre es bendecido. Alabada sea siempre María Inmaculada, la siempre Virgen Madre, bendita entre las mujeres, la Madre de nuestro Señor Jesucristo, la Reina del Paraíso. Cubre esta casa con el manto de tu protección, Madre de misericordia. Amén.”
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Encuentra refugio en el corazón inmaculado de María con esta novena, y encuentra a través de ella, el camino hacia el Padre.
Además, puedes rezar esta novena a María Desatanudos, para que en su papel de madre desate los nudos, las tribulaciones y los problemas que te agobian, o rezar a la Virgen del Perpetuo Socorro gracias a esta novena. Ella está dispuesta a ayudarte en todo momento y lugar: en nuestras tentaciones, en nuestras dificultades de la vida y en la hora de nuestra muerte. ¡Démosle la bienvenida a María en nuestros corazones, en nuestras casas, y en nuestras vidas, mediante estas novenas en su honor!