Como su nombre lo indica, el creador de esta regla monástica fue San Benito de Nursia (480-547). De hecho, en 529, cuando San Benito empezó a fundar monasterios en Italia, especialmente el de Subiaco y el de Monte Cassino, pensó en esta regla, pues llegó a constatar la falta de un fundamento común que estableciera la disciplina en la vida de los monjes católicos. En efecto, en aquella época, la vida monástica estaba bastante desorganizada: había muchos monjes ermitaños y pocas comunidades de hermanos. Por lo tanto, alrededor del año 530, San Benito emprendió la redacción de los principios básicos de la vida monástica, con el propósito de guiar a sus discípulos y orientar su espiritualidad. La Regla se distingue por el deseo del padre fundador de no exigir nada excesivo. De hecho, San Benito precisa que, se trata de un "boceto de la regla", el cual da una idea de cómo crecer en el amor y la perfección cristiana. No obstante, sostiene que cada monje debe profundizar en ella y desarrollarla.
Por otro lado, es necesario saber que, San Gregorio Magno, el primer biógrafo de San Benito, fue la persona a cargo de escribir esta regla tan famosa, que pronto se hizo muy popular.
En palabras de Benedicto XVI, San Benito hizo énfasis en la búsqueda de Dios como el objetivo fundamental y único de la existencia humana. Por lo cual, esta Regla rige en detalle la vida monástica de los benedictinos, y organiza su vida de manera práctica y espiritual, como sigue:
Respecto a los benedictinos, cabe anotar que, por petición de San Benito, los hermanos leen la regla en su totalidad tres veces al año. Por otro lado, en términos de vestimenta, el hábito de los benedictinos es generalmente negro con capucha, cinturón y escapulario.
Además de los benedictinos, existen otras órdenes religiosas que siguen la Regla de San Benito. Por lo tanto, dichas órdenes hacen parte de la gran familia benedictina, entre las cuales encontramos:
Aunque en el siglo XI los benedictinos se alejaron del ideal de vida de San Benito, especialmente con la suntuosidad de Cluny, algunos monjes soñaban con volver a ponerlo en práctica.
En 1098, Robert de Molesme fundó la abadía de Císter, que se desarrolló gracias a San Bernardo de Claraval. Este último defendió la necesidad de volver a la Regla de San Benito en todas sus dimensiones. Por esta razón, el trabajo manual que había sido descuidado por los benedictinos, volvió a situarse en el centro de la vida comunitaria. De hecho, los monjes cistercienses cultivaban sus tierras, tal y como exigía la Regla de San Benito: “así son verdaderos monjes, cuando viven del trabajo de sus propias manos”. Además, se redujeron las ceremonias religiosas, al igual que la decoración de las iglesias, con la finalidad que los monjes pudieran concentrarse en Dios y en la oración. De hecho, los cistercienses buscan volver a una vida humilde, sin excesos, de acuerdo al ideal evangélico, el cual constituye la base de toda la vida cristiana.
Esta orden fue creada en 1313 y también se conoce como la congregación benedictina de Nuestra Señora del Monte de los Olivos.
Esta orden, también conocida como La Orden Cisterciense de la Estricta Observancia, fue creada en 1662. Se trata de una orden contemplativa, que busca la unión con Dios a través de la vida comunitaria. Todos los monasterios cistercienses están dedicados a María, Madre de Dios, por lo tanto, su fiesta se celebra el 15 de agosto, día de la solemnidad litúrgica de la Asunción de la Virgen Maria.