La consagración se refiere al acto de consagrar a una persona, objeto o propiedad al servicio de Dios. En la liturgia de la Misa, la consagración se refiere al acto en el que el sacerdote consagra el pan y el vino, que se convierten en el cuerpo y la sangre de Cristo. Medita estos 17 versículos bíblicos sobre la consagración, ordenados por temas.
“Mientras esté consagrado por el voto, ninguna navaja tocará su cabeza. Hasta que se cumpla el plazo de su voto al Señor, estará consagrado y se dejará crecer el cabello”. (Números 6:5)
“Porque concebirás y darás a luz un hijo. La navaja nunca pasará por su cabeza, porque el niño estará consagrado a Dios desde el seno materno. Él comenzará a salvar a Israel del poder de los filisteos”. (Jueces 13:5)
“Una sola cosa he pedido al Señor, y esto es lo que quiero: vivir en la Casa del Señor todos los días de mi vida”. (Salmo 26:4)
“Hijo, si te decides a servir al Señor, prepara tu alma para la prueba”. (Eclesiástico o Sirácides 2:1)
«Uno dirá: "Yo pertenezco al Señor", y otro llevará el nombre de Jacob; otro escribirá sobre su mano: "Del Señor", y será designado con el nombre de Israel”». (Isaías 44,5)
“Les he dicho estas cosas para el bien de ustedes, no para ponerles un obstáculo, sino para que ustedes hagan lo que es más conveniente y se entreguen totalmente al Señor”. (1 Corintios 7, 35)
“El espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Él me envió a llevar la buena noticia a los pobres, a vendar los corazones heridos, a proclamar la liberación a los cautivos y la libertad a los prisioneros”. (Isaías 61:1)
“Tomarás después el óleo de la unción, lo derramarás sobre su cabeza y lo ungirás con él”. (Éxodo 29:7)
“Y no se alejen de la entrada de la Carpa del Encuentro, para que no mueran, porque el óleo de la unción del Señor está sobre ustedes. Ellos hicieron lo que Moisés les dijo”. (Levítico 10:7)
“Así pondrás aparte a los levitas para que me pertenezcas”. (Números 8:14)
“Yo elijo a tus hermanos – los descendientes de Leví – entre todos los israelitas: ellos han sido puestos a disposición de ustedes, como dedicados al Señor, para prestar servicios en la Carpa del Encuentro”. (Números 18:6)
“Tú serás irreprochable en tu trato con el Señor, tu Dios”. (Deuteronomio 18,13)
«Jesé lo hizo venir: era de tez clara, de hermosos ojos y buena presencia. Entonces el Señor dijo a Samuel: "Levántate y úngelo, porque es este"». (1 Samuel 16,12)
“Y el corazón de ustedes pertenecerá íntegramente al Señor, nuestro Dios, para caminar según sus preceptos y observar sus mandamientos, como en el día de hoy”. (1 Reyes 8,61)
“Luego tomarás el óleo de la unción y ungirás la Morada y todo lo que ella contiene. Así la consagrarás con todo su mobiliario y será una cosa sagrada”. (Éxodo 40:9)
“Todo el oro, la plata y los objetos de bronce y de hierro serán consagrados al Señor y pasarán a formar parte de su tesoro”. (Josué 6,19)
“Esta es la ley concerniente a la Casa: todo su ámbito y sus alrededores, sobre la cima de la montaña, son un lugar santísimo. Tal es la ley concerniente a la Casa”. (Ezequiel 43, 12)
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La consagración a Dios implica también la oración diaria y la participación en los sacramentos.
La consagración es el acto de servir a Dios y elegir hacer su voluntad durante toda la vida. Implica una renuncia a apegos anteriores. «Moisés dijo: "Reciban hoy la investidura sacerdotal de parte del Señor, uno a costa de su hijo, otro a costa de su hermano, y que él les dé hoy una bendición"». (Éxodo 32:29)
En el capítulo 17 del Evangelio de Juan, Jesús reza por los cristianos, pueblo consagrado: "Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad.
Así como tú me enviaste al mundo, yo también los envío al mundo.
Por ellos me consagro, para que también ellos sean consagrados en la verdad.
No ruego solamente por ellos, sino también por los que, gracias a su palabra, creerán en mí.
Que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste”. (Juan 17, 17-21)
Uno de los ejemplos de consagración en el Antiguo Testamento es el de Samuel, hijo de Ana.
“Cuando el niño dejó de mamar, lo subió con ella, llevando además un novillo de tres años, una medida de harina y un odre de vino, y lo condujo a la Casa del Señor en Silo. El niño era aún muy pequeño. Y después de inmolar el novillo, se lo llevaron a Elí. Ella dijo: «Perdón, señor mío, ¡por tu vida, señor!, yo soy aquella mujer que estuvo aquí junto a ti, para orar al Señor. Era este niño lo que yo suplicaba al Señor, y él me concedió lo que le pedía. Ahora yo, a mi vez, se lo cedo a él; para toda su vida queda cedido al Señor». Después se postraron delante del Señor”. (1 Samuel 1, 24-28)