“Debemos resistir a nuestra carne, no atribuirle ningún valor ni concederle nada para halagarla, sino más bien fortalecer la exaltación de nuestra alma por medio de la fe y el conocimiento”.
Frase atribuida a San Matías.
Tras la muerte de Judas Iscariote, el traidor que entregó a Cristo, las doce tribus de Israel dejaron de estar representadas por los apóstoles. Por ende, los once apóstoles escogidos por Cristo buscaban a alguien que se les uniera y el Señor designó a Matías, un discípulo que había seguido a Jesús desde su bautismo en el Jordán por San Juan el Bautista y anunciaba por todas partes que el Mesías había llegado por fin para salvar a la humanidad. Este fue uno de los criterios para su nombramiento como apóstol, ya que así como lo había señalado claramente San Pedro, que los doce tenían que dar testimonio de Jesús, haber sido su discípulo fiel hasta la crucifixión, este era su caso.
“Es necesario que uno de los que han estado en nuestra compañía durante todo el tiempo que el Señor Jesús permaneció con nosotros, desde el bautismo de Juan hasta el día de la ascensión, sea constituido junto con nosotros testigo de su resurrección. Se propusieron dos: José, llamado Barrabás, de sobrenombre el Justo, y Matías”.
“Y oraron así: “Señor, tú que conoces los corazones de todos, muéstranos a cuál de los dos elegiste para desempeñar el ministerio del apostolado, dejado por Judas al irse al lugar que le correspondía”. Echaron suertes, y la elección cayó sobre Matías, que fue agregado a los once Apóstoles.”. (Hechos de los Apóstoles 1: 21-26).
Poco se sabe de la vida de San Matías antes de convertirse en apóstol de Cristo. Sin embargo, después de Pentecostés, cuando recibió el Espíritu Santo, se dispuso a proclamar la Buena Nueva al mundo. Algunas fuentes cuentan que fue a Judea, luego a Etiopía, mientras que otras afirman que partió hacia Turquía, Capadocia o la actual Georgia. Sin embargo, todas coinciden en que murió como mártir en Jerusalén el 14 de mayo en donde primero lo apedrearon y luego le cortaron la cabeza, probablemente con un hacha, ya que San Matías suele ser representado con esta herramienta, luego sus reliquias fueron trasladadas a Roma y depositadas en la basílica de Santa María la Mayor y después en la cripta de la abadía de San Matías en donde actualmente se encuentran. Por lo anterior, podemos rezar de manera especial al apóstol San Matías el día de su fiesta, el 14 de mayo, para que nos ayude a ser, como él, discípulos ejemplares de Cristo, testigos de su Resurrección y misioneros.
“Señor, Dios de bondad, multiplica tu gracia sobre nosotros, así como multiplicaste el número de nuestros intercesores ante ti, y concédenos en esta cruel enfermedad de la viruela todo el auxilio que esperamos y deseamos por las oraciones y los méritos de san Matías y santa Rita, tus piadosos siervos. Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo. Amén”.
“San Matías, tú que preservas o curas la viruela, ruega por nosotros, te lo suplicamos”.
“Dios nuestro, que asociaste a san Matías al colegio de los Apóstoles, concédenos, por su intercesión, que, teniendo la dicha de ser amados por ti, merezcamos ser contados entre tus elegidos. Por nuestro Señor Jesucristo, Amén”.
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