San Simón, llamado el Zelote, para distinguirlo de Simón Pedro, y San Judas Tadeo, para distinguirlo de Judas, son los dos apóstoles menos conocidos de entre los doce, a los que Cristo llamó por sus nombres: “En esos días, Jesús se retiró a una montaña para orar, y pasó toda la noche en oración con Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y eligió a doce de ellos, a los que dio el nombre de Apóstoles: Simón, a quien puso el sobrenombre de Pedro, Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo, Simón, llamado el Zelote, Judas, hijo de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor”. (Lucas 6:12-16). La iglesia los celebra juntos el 28 de octubre, ya que si figuran juntos en las listas evangélicas, en los evangelios y en los Hechos de los Apóstoles, es porque pasaron juntos los últimos años de su vida. De hecho, se sabe que estos dos apóstoles salieron a evangelizar el mundo después de Pentecostés y que se volvieron a encontrar en Persia ( lo que correspondía al Imperio Parto) para predicar juntos y luego viajaron a Armenia. Además, que habrían muerto juntos como mártires. Por tanto, es normal y lógico celebrarlos juntos el día en que entregaron sus almas a Dios. Sin embargo, se les invoca y reza por motivos muy diferentes; San Simón, por ejemplo, es el santo patrón de los matrimonios. Por esta razón, es especialmente venerado por los recién casados y San Judas es considerado el santo protector de las causas perdidas. Por eso se le asocia también con Santa Rita.
Oremos a estos dos santos apóstoles, especialmente en su fiesta, para que intercedan por nosotros ante el Señor y nos ayuden a ser buenos discípulos de Cristo.
“Dios eterno y todopoderoso, que por medio de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, fundaste tu Iglesia a partir de los doce Apóstoles y la mantienes en sucesión apostólica, unida y firme en torno al sucesor de Pedro. En esta fiesta de San Simón y San Judas, queremos bendecirte en este templo espiritual que es tu Iglesia y nuestra Iglesia, y queremos glorificarte reconociendo su unidad y nuestra misión en ella.
Jesús, sabiduría de Dios Padre, ayúdame a reconocerte en mi vida cotidiana como aquel que me llama; ayúdame a reconocer tu elección y a experimentar tu amor, para llenar de amor el tiempo que pasa.
Oh, Jesús, tú eres el Maestro y Señor de mi vida; a ti clamo, ven y tócame, ven y líbrame de la parálisis y de las tinieblas. Tu luz brilla en el Templo de tu Iglesia; quiero ahondar en ella, aunque solo sea un miserable pecador. Quiero subir a tu monte santo y acercarme a tu altar, para alabarte hasta el fin de mis días. Amén”.
“Señor Jesús, te damos gracias por rezar con nosotros y por nosotros.
Te encomendamos a todos los que has enviado a seguir las huellas de tus apóstoles, y en particular a nuestros obispos, que son sus sucesores.
Te los encomendamos para que, siguiendo las huellas de san Simón y san Judas, guíen a los fieles en el anuncio del Evangelio a aquellos que no lo conocen”.
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