El 15 de septiembre, es decir, al día siguiente de la fiesta de la Cruz Gloriosa de Nuestro Señor Jesucristo, la Iglesia celebra a la Virgen María como "Nuestra Señora de los Dolores", Virgen de los Dolores o "Nuestra Señora de los Siete Dolores". ¿Cuál es el origen y el significado de esta devoción a María? ¿Cuáles son los siete dolores de la Virgen?
¡Te invitamos a descubrir a continuación todo sobre el significado de esta fiesta mariana!
María, Nuestra Señora de los Dolores, es la que, en comunión con los sufrimientos de su Hijo, nos conduce a Jesús. Conságrate a Jesús a través de su madre, la Virgen María, uniéndote a este itinerario de oración en línea.
La Iglesia católica atribuye muchas advocaciones a la Virgen María. Son un modo de adentrarnos en la comprensión del misterio que la rodea y de venerarla de muchas maneras.
El 15 de septiembre, la celebramos como Nuestra Señora de los Dolores, o Nuestra Señora de los Siete Dolores. Esta advocación hace referencia a los dolores sufridos por la Virgen María a lo largo de su vida terrena, y especialmente en el momento de la Pasión de su hijo Jesús.
Desde hace mucho tiempo, los cristianos recuerdan los dolores de la Virgen María. Da fe de ello la consagración de numerosos edificios religiosos con el nombre de Nuestra Señora de los Dolores o Nuestra Señora de la Compasión. En Clermont-Ferrand (Francia) se erigió una capilla en el siglo III con el nombre de Nuestra Señora de la Piedad.
Sin embargo, esta devoción popular no se formalizó hasta el siglo XIII. Fue una congregación religiosa mariana, la Orden de los Siervos de María, la que instituyó la fiesta de Nuestra Señora de los Dolores el 15 de septiembre.
Desde entonces, la devoción a los dolores de María, se extendió progresivamente, sobre todo a través de los jesuitas, quienes a partir del siglo XVII, publicaron una serie de obras dedicadas a los dolores de María. San Ignacio de Loyola, que tenía una devoción especial por la Virgen de los Dolores.
Los siete dolores de la Virgen María, sobre los que se nos invita a meditar, corresponden a acontecimientos relatados por los apóstoles en los Evangelios:
Los siete dolores de la Virgen María han sido ilustrados por muchos pintores. En estas obras, María aparece con el corazón atravesado por siete espadas, que simbolizan cada una de sus aflicciones y la convierten en la reina de los mártires, como se menciona en las letanías.
El 15 de septiembre, la Iglesia católica nos invita a celebrar a Nuestra Señora de los Dolores. Esta fiesta está incluida en el calendario litúrgico como memoria obligatoria de los siete dolores de la Virgen María. Aunque hemos celebrado la víspera la fiesta de la Cruz gloriosa de Jesús, la veneración de los dolores de María es una oportunidad para profundizar en los misterios de la cruz y la redención, a los que, la Virgen María, está íntimamente asociada.
Esta fiesta es la culminación de un viaje de cuarenta días que comenzó con la fiesta de la Transfiguración de Jesús, y que pretende adentrarnos en el misterio de la salvación.
La liturgia del 15 de septiembre nos lleva a meditar un pasaje del Evangelio de San Juan: "Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo». Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre». Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa". (Juan 19:25-27)
Este pasaje subraya la maternidad de María, como madre de todos los hombres, pero también como madre de la Iglesia, llamada a seguir el mismo camino de pasión y resurrección que su hijo. Lo proclamamos en la Misa de esta fiesta: "Tú quisiste, Señor, que la Madre de tu Hijo, junto a la Cruz, se asociara a sus sufrimientos; haz que tu Iglesia se una también a la Pasión de Cristo, para que participe en su Resurrección.”
Meditar en los sufrimientos de María, la madre que sufre en silencio al lado de su hijo, es un modelo de compasión para nosotros, sobre todo cuando, también nosotros, estamos afligidos por el sufrimiento. En efecto, contemplar a María de pie, al pie de la cruz de su hijo, con total aceptación, es para nosotros un gran consuelo ante el misterio del sufrimiento.
Percibimos también que, al unirse a los sufrimientos de su hijo, María compartió la gloria de su resurrección. Dice la antifonal de la aclamación del Evangelio de este día: “¡Bendita Virgen María! Por la cruz del Señor, sin conocer la muerte, mereció la gloria del martirio”.
Por estas razones, María es fuente de nuestra esperanza. Al pie de la cruz, se convirtió en la madre de todos nosotros, pero también en nuestra corredentora, es decir, ¡participa de un modo único en nuestra salvación!
San Juan Pablo II lo afirma cuando dice: "Al pie de la Cruz, con los brazos abiertos y el corazón traspasado, está nuestra Madre, la Virgen María, Nuestra Señora de los Dolores y de la Esperanza, que nos acoge en su seno materno lleno de gracia y compasión. Ella es camino seguro hacia Cristo, nuestra paz, nuestra vida y nuestra resurrección.”
Oración I
"¡Oh María! Madre de los Dolores, ¡qué desgarrador debe haber sido para Tu Corazón ver a Jesús muriendo por los hombres ingratos, en el más cruel de los tormentos! Pero Tu amor por nosotros, oh María, es mayor que Tu dolor, y, de pie al pie de la Cruz, consentiste en el Sacrificio del Hijo amado, cuya muerte nos ha reconciliado con Dios. ¿Podría olvidar alguna vez cuál fue el precio de Tu amor por mí, que no soy más que un hijo pecador, que pagaste, en sufrimiento y angustia, en el Calvario? Porque la sangre preciosa que viste correr, con dolor, en la Cruz, fueron mis pecados los que la derramaron. Por eso reconozco mi ingratitud, ¡oh María! Pero también reconozco cuánto has llegado a ser para mí en este día. ¿Podrías olvidar la voluntad de tu querido Hijo? Sus últimas palabras nos han hecho tus hijos adoptivos. Permítenos llamarte Madre nuestra. Sí, nos refugiamos en Tus brazos maternales, ¡oh Virgen santa! Por Ti obtendremos la gracia de una sincera conversión y, bajo tu amparo, los grandes misterios de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, de los que Tus Dolores son inseparables, serán para nosotros la fuente de una completa renovación en la piedad y el fervor. Así sea. (Mgr Félix Dupanloup, 1802-1878)
Oración II
“Santísima y muy afligida Madre, Virgen de los Dolores y Reina de los Mártires! Estuviste de pie, inmóvil, bajo la Cruz, mientras moría tu Hijo.
Por la espada de dolor que te traspasó entonces, por el incesante sufrimiento de tu vida dolorosa y el gozo con que ahora eres recompensada de tus pruebas y aflicción, mírame con ternura Madre, ten compasión de mí que vengo a tu presencia para venerar tus dolores. Deposito mi petición con infantil confianza en el santuario de tu Corazón herido”.
Recordemos que, a lo largo de sus numerosas apariciones - en Pontmain y La Salette (Francia), pero también en Quito (Ecuador), etc., la Virgen María ha pedido una devoción especial a sus dolores. Aprovechemos esta ocasión para rezar a nuestra Madre del Cielo a través de estas diferentes comunidades en línea: