El Jueves Santo se celebra durante la Semana Santa, o semana mayor, y marca el comienzo del Triduo Pascual, es decir, los tres días que nos conducen a la Pascua y conmemoran la Pasión, muerte y resurrección de Cristo en la gloria.
Te invitamos a descubrir el significado del Jueves Santo para los cristianos, las celebraciones que se realizan, y por último, las devociones y oraciones que enmarcan este día santo.
El Jueves Santo, que se celebra en plena Semana Santa, es un día muy especial para los cristianos, pues conmemora la institución del sacramento de la Eucaristía en la última cena de Cristo, poco antes de su arresto y muerte en la cruz.
De hecho, los tres evangelistas -Mateo, Marcos y Lucas- narran el relato de la Última Cena, que tuvo lugar la noche antes de su arresto; cuando Jesús y sus discípulos estaban en el cenáculo, Jesús tomó el pan y el vino, luego de haber orado para bendecirlos, los repartió entre sus discípulos diciendo: «Beban todos de ella, porque esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos para la remisión de los pecados. Les aseguro que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta el día en que beba con ustedes el vino nuevo en el Reino de mi Padre». Después del canto de los Salmos, salieron hacia el monte de los Olivos” (Mateo 26:26-30).
Además, esa misma noche Jesús se arrodilló ante cada uno de sus discípulos para lavar sus pies, tomando así forma de siervo. Pero ellos no entendieron lo que hacía, y Él les explicó diciendo: “Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes” (Juan 13:1-15). Por esta razón, durante la misa vespertina, la Iglesia católica repite este gesto de Jesús hacia sus discípulos.
Por la noche, después de esta cena compartida, Cristo se dirigió al Huerto de los Olivos, donde fue arrestado poco más tarde. Por eso, el Jueves Santo, después de la misa de la Cena del Señor, el altar se deja vacío, se abre la puerta del tabernáculo y se cubren los crucifijos. Durante este período, se invita a los fieles a quedarse despiertos hasta altas horas de la noche, para acompañar a Cristo, que vive su agonía en el Huerto de los Olivos.
El Jueves Santo, la Iglesia católica celebra dos servicios específicos: la Misa Crismal por la mañana y la Misa de la Última Cena por la tarde.
La Misa Crismal, cuyo nombre proviene del griego khrisma, que significa aceite, unción, es una celebración que reúne al obispo de la diócesis y a muchos sacerdotes. En general, la misa crismal se celebra el Jueves Santo, pero en algunas ocasiones puede llevarse a cabo durante otro día de la Semana Santa. Durante esta misa se consagra el óleo santo que se utiliza para bendecir a los recién bautizados durante la Vigilia Pascual. Este aceite también se utiliza a lo largo del año para los bautizos y las confirmaciones.
El obispo también bendice otros santos óleos, utilizados en particular para el sacramento de los enfermos.
Además, durante la Misa Crismal, los sacerdotes renuevan sus promesas sacerdotales: vivir en unidad con Cristo, permanecer fieles a sus compromisos asociados a la orden, anunciar la palabra de Dios, etc. Esta celebración también muestra la unidad de toda la Iglesia diocesana en torno a su obispo.
La Misa de la Cena del Señor, que proviene del latín cena (comida de la noche), conmemora la institución de la Eucaristía y reproduce el gesto del lavatorio de pies, que se relata en el Evangelio de San Juan. Tradicionalmente se lleva a cabo por la tarde, e inicia los tres días del Triduo Pascual, que a su vez celebra la Pasión, muerte y resurrección de Cristo.
Es por esto que las lecturas de la palabra nos llevan a meditar sobre estos dos acontecimientos. Concretamente, la segunda lectura en la carta de San Pablo a los Corintios, nos permite profundizar en el significado de la Cena del Señor: “[...] «Esta copa es la Nueva Alianza que se sella con mi Sangre. Siempre que la beban, háganlo en memoria mía». Así, siempre que coman este pan y beban esta copa, proclamarán la muerte del Señor hasta que él vuelva” (1 Corintios 11:23-26).
Además, el Evangelio nos relata el lavatorio de pies de la siguiente manera: “sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos y que él había venido de Dios y volvía a Dios, se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura. Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura” (Juan 13:1-15).
Cabe anotar que, la Misa de la Última Cena es la última misa que se celebra antes de la Vigilia Pascual: al final de la celebración, se expone el Santísimo Sacramento para que los fieles puedan hacer la adoración eucarística. Luego, al anochecer, el tabernáculo queda vacío. Las campanas suenan por última vez, antes de que se vuelvan a escuchar durante la fiesta de Pascua.
La liturgia del Jueves Santo nos permite tener una profunda intimidad con Jesús, al recordar la última cena de Cristo, quien entregó su cuerpo y su sangre por nosotros; además, el lavatorio de pies nos involucra personalmente en los actos de amor y servicio del Señor, y finalmente, la vigilia de adoración nos motiva a velar junto a Cristo agonizante... En este orden de ideas, ¡todos estos momentos nos sumergen en una profunda relación de amor con Cristo!
A propósito, después del lavatorio de pies, Jesús proclamó las siguientes palabras: “Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre” (Juan 15:15).
Por lo tanto, te invitamos a adentrarte en esta relación de intimidad con Jesús, al tener la gracia de poder vivir la última cena y el lavatorio de pies, unos momentos muy significativos de Jesús antes de su muerte y resurrección.
“Señor, quiero que mi relación contigo sea más intensa cada día. Te alabo desde lo profundo de mi corazón porque has decidido quedarte con nosotros y acompañarnos hasta el fin de los tiempos.
Has decidido alimentarnos con tu propio cuerpo a través de la Sagrada Eucaristía y aunque nuestros engañosos sentidos humanos solo vean un trozo de pan, allí estás Tú, esperando que nos hagamos uno contigo.
Ayúdame a entender que para seguir tu proyecto de vida debo amar y ser servidor de los demás, pues si Tú, siendo el Rey de reyes, lavaste los pies a tus discípulos, yo debo también debo imitarte en obras y pensamientos.
Así como Tú has sanado mis heridas, sé mi fuente de poder para poder hacer lo mismo con aquellos que no han salido de su dolor, escucharlos, atenderlos y sobre todo, acercarlos a tu amor. Con el ejemplo que me has dado me enseñas a vivir en el amor y a salir de ese camino egoísta que la sociedad hoy propone: "la superación personal sin importar a quien dejó atrás en el camino.
Dame, Señor mío, conciencia para crecer y ser cada día mejor, que tu alimento divino sea la fuente que me impulse y me proyecte a hacerlo todo bien sembrando esperanzas a mi paso.
Te doy gracias por todas las bendiciones que hoy me darás. Ayúdame a esforzarme sin desánimo y a ser la mejor versión de mí mismo.
Te amo, confío en tu poder transformante que consuela y renueva el espíritu victorioso en cada uno de nosotros a través de la Eucaristía. Amén”
El Jueves Santo es un día de gracia para nosotros, en el cual se nos invita a entrar en una relación de amor con Jesús, quien se hace cercano a nosotros al lavar nuestros pies y llamarnos sus amigos.
De hecho, Jesús, en la Última Cena, también nos mostró su inmenso amor hasta el final, al entregarnos su precioso cuerpo y sangre. Por eso, te invitamos a vivir la semana mayor con Cristo uniéndote a algunas hermosas propuestas espirituales en torno a la semana santa. Por ejemplo: